jueves, 30 de diciembre de 2010

Correspondencias return


Pedro M. Domene ha escrito en la revista MERCURIO una estupenda crítica a la novela CORRESPONDENCIAS, de Hugo Abbati. Un delicado presente para iniciar el nuevo año con energía. Aquí os la dejo. ¡Felicidades a todos!

lunes, 20 de diciembre de 2010

Audaces 2011. Concurso Literario

REVISTA DE LETRAS está organizando un concurso de relato breve para estas Navidades. El premio es un estupendo lote de libros donado por las editoriales independientes más destacadas del país, entre ellas la nuestra (incomprensible, sí, lo sé, pero ahí estamos...;-). Para acceder a sus bases sólo tenéis que pinchar en este enlace. Ánimo y suerte a todos los participantes, el festín literario que propiciará la victoria es de los de no te menees, afilad, pues, bien vuestra pluma, que merece la pena... Pinchad aquí y lo comprobaréis

lunes, 13 de diciembre de 2010

Ezra Pound, el loco del pelo rojo I

He sentido siempre una extraña fascinación por Ezra Pound. Desde que supe de él hace muchos años por la dedicatoria que Eliot le hizo de su poema La tierra baldía, desde que conocí poco después su impagable responsabilidad en el aspecto final de esa obra crucial en la Literatura contemporánea, he sentido por Pound, ese miglior fabbro de la dedicatoria, una fascinación que ha disminuido poco en todos estos años. Con Ezra Pound, calificado muchas veces como poeta críptico y complejo, yo creo que se da el caso de que casi todo el mundo lo conoce pero pocos lo han leído. Dicen muchos de estos últimos, los mejores tal vez, que es un poeta más de ejercer influencia que de imponer su propia obra. Y puede que no les falte razón. Incluso Eliot llegó a decir que cuando más satisfecho se sentía de sus propios poemas, no podía evitar reconocer siempre ahí el eco del maestro.

Pero no sólo Eliot experimentó de primera mano su endiablada influencia. También Yeats, de quien fue secretario al llegar a U.K., o Windham Lewis o Robert Frost… A James Joyce, de cuyo genio estaba convencido mucho antes de que lo conociera nadie, le propició la publicación de sus primeras obras y de su Ulises, sólo con lo cual ya le hubiera bastado desde luego para ganarse un sitio de privilegio en la Historia de la Literatura Universal. Según cuentan, fue impulsor de más de cincuenta revistas lierarias de la época. Dio a conocer además a William Carlos William, Rabindranat Tagore, Marianne Moore… Se marchó de EE.UU. en 1912, y paseándose por Londres por esa época de efervescencia, con aspecto extravagante y provocador, con aros turcos en las orejas, roja melena flamígera y chaqueta de pana verde, se le ocurrió fundar el Vorticismo y participar muy activamente en el Imaginismo, dos de los movimientos vanguardistas más beligerantes con la anquilosada y bobalicona poesía imperante, y precursores ambos en gran medida con los juegos tipográficos de sus publicaciones, de lo que dio de sí después el diseño gráfico. En su época parisina fue amigo de Marcel Duchamp, de Tristan Tzara, de Fernand Leger, de Ernest Hemingway, de Gertrude Stein…

Teorizó y configuró y propulsó el uso del verso libre, el mejor verso libre, tal y como lo conocemos hoy, introdujo en el espectro poético lo cotidiano y las cosas sencillas y naturales, algo que ahora tal vez no nos sorprenda demasiado pero que supuso una verdadera revolución en su día, sólo tenemos que pensar en Eliot de nuevo y comprobar todo lo que organizó con sus gatos, sus señoritas y su té de las cinco. De él venían esos aires, lo mismo que la ya tan asumida difuminación de las fronteras entre la poesía y la prosa.

Tenía Pound una cultura enciclopédica. Dominaba varios idiomas, entre ellos el chino, el japonés o el árabe, lo que le permitió introducir además en nuestra cultura occidental lo mejor de la literatura oriental. Tradujo y dio a conocer también, y sabía más de ellos que los propios italianos, a los poetas de la lírica provenzal, cuya lengua consideraba la lengua poética por excelencia y en la cual llego a escribir él mismo alguno de sus poemas. Y fue pionero también en utilizar citas en otras lenguas dentro de sus propios poemas, alegando que lo que ya había sido escrito de manera precisa en una lengua no necesitaba de su traducción a otra, actitud que tal vez tampoco debe sonarnos demasiado extraña después de tantos años de que fuera puesta en práctica.

Dicen también que una de sus mayores obsesiones era enseñar a todos los escritores a escribir buscando siempre el más alto grado de perfección de manera que a través de ellos el nivel cultural y la sensibilidad de todos los pobladores de este planeta se elevara hasta conseguir una sociedad de hombres sabios y capaces, capaces de entenderse con él, según las malas lenguas, ya que no podía evitar considerarse intelectualmente muy por encima de todos. Pero esto no impedía que se preocupara hasta la extenuación por todos los artistas que le rodeaban, ya fueran genios o geniecillos en ciernes. Los recomendaba siempre, les sufragaba ediciones de sus obras, organizaba exposiciones para los pintores o conciertos para los músicos que el creía dignos de atención, incluso pagaba, dicen, no sé, muchas de sus facturas a los más necesitados, los asistía cuando estaban enfermos y los acompañaba en su entierro.

Precisamente este desvelo por sus semejantes y ese desprendimiento económico que se le atribuye tenían mucho que ver con sus teorías sobre la usura que él consideraba triunfante en la sociedad occidental y la razón de todos sus males, la que daría finalmente al traste con ella si no se le imponía freno. Ya hemos visto que no, que sigue tan campante. Pero el interés por la Economía fue otra de las obsesiones de Pound, sino la mayor, sí desde luego al mismo nivel que sus intereses artísticos, y sus teorías sobre ella serían al cabo las que provocaron la caída en desgracia y probablemente el silenciamiento y la tragedia en la que se convirtió la existencia de una de las mayores figuras humanas y literarias del pasado siglo XX después de la Segunda Guerra Mundial.

En el canto XLV de su obra fundamental Los cantos, lleva a cabo Pound (el señor Libra, paradójicamente) un prodigioso alegato contra la usura:


CON USURA

Con usura ningún hombre tiene una casa de buena piedra

Cada bloque pulido bien encajado

Para que el dibujo pueda cubrir su cara,

Con usura

Ningún hombre tiene un paraíso pintado en la pared de su iglesia

harpes et lutes

donde virgen reciba mensaje

y halo se proyecte de la incisión,

con usura

ningún hombre ve a Gonzaga sus herederos y sus concubinas

ninguna pintura es hecha para durar ni para vivir con ella

sino que es hecha para vender y vender pronto

con usura, pecado contra natura,

tu pan es cada vez más de trapos viejos

seco es tu pan como papel,

sin trigo de montaña ni harina fuerte

con usura la línea se hace gruesa

con usura no hay clara demarcaciónn

y ningún hombre puede hallar sitio para su morada.

El tallador de piedra es alejado de su piedra,

El tejedor alejado de su telar

CON USURA

No viene lana al mercado

La oveja no da ganancia con la usura

La usura es una morriña, la usura

mella la aguja en la mano de la doncella

y detiene la habilidad de la hilandera. Pietro Lombardo

no vino por usura

Duccio no vino por usura

Ni Pier Della Francesca; Zuan Bellin no por usura

ni fue “La Calumnia” pintada.

No vino por usura Angélico; no vino Ambrogio Praedis,

No vino ninguna iglesia de piedra pulida firmada:

Adamo me fecit

No por usura St. Trophine

No por usura Saint Hilaire,

La usura ensarra el cincel

Ensarra el arte y el artesano

Roe el hilo en la rueca

Ninguna aprende a bordar oro en su bastidor;

El azur tiene un chancro por la usura; el cramoisi está sin bordar

La esmeralda no encuentra su Henling

La usura asesina al niño en el vientre

Impide el galantear del muchacho

Ha traído parálisis al lecho, yace

entre la novia y el esposo

CONTRA NATURA

Han traído putas a Eleusis

Cadáveres se han sentado al banquete

invitados por la usura.


Yo considero desde luego a Ezra Pound un ser admirable, no sólo literariamente, y ello pese a la antipática carga ideológica que se le ha endosado, de la cual hablaremos próximamente.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

viernes, 12 de noviembre de 2010

Correspondencias, de Hugo Abbati





















José Luis Amores ha escrito para Revista de Letras una estupenda, entusiástica, crítica a la novela de Hugo Abbati CORRESPONDENCIAS. Sin desperdicio, no os la perdáis (la crítica, por supuesto, mucho menos la novela).

martes, 9 de noviembre de 2010

Acto y seguido

Presentamos ayer en la sala Ámbito Cultural de El Corte Inglés El lado humano, la novela de Pilar Rivas que hemos sacado no hace mucho y que todavía podemos encontrar en las librerías, aunque habrá que darse prisa, ya se sabe lo que ocurre ahí con las novedades. Bien los asistentes, bien Cristóbal, Pilar, que demostró un inusual aplomo en lo que se suponía su primera comparencia en público. Yo, no del todo, según parece. En mi intervención, expliqué que la línea de la editorial, de la colección en la que la hemos incluido, se veía con esta novela algo alterada, puesto que hasta ahora, así lo entiendo yo, lo que hemos publicado, lo que hemos querido publicar siempre, mejor, es tal vez literatura para lectores algo más avezados que los que pudiera obtener la obra de Pilar Rivas. Eso dije, "lectores avezados", y se lió. No, no en el acto mismo, no. Después, cuando quedábamos ya los justos. Que si así no se vende un "producto", me decían, que si había dicho algo "políticamente incorrecto", que si se pudo entender como "desprecio a los lectores" (y lectoras, disculpen) allí presentes. Bueno, lo que yo intenté no fue más que constatar un hecho. Hay Literatura, Gran Literatura, y literatura popular (y algunos grises entre medias), no creo que haya dificultad en entender eso. Lo que no podía yo era engañarme respecto a la naturaleza de esta novela de Pilar Rivas, que es literatura popular, y que está por ello destinada a un público menos, mucho menos exigente del que cortejamos nosotros habitualmente. Más amplio, por tanto, tampoco nos vamos a engañar. Yo lamenté, desde luego, que alguien se hubiera podido sentir menoscabado en sus aficiones literarias por mi comentario. No era ésa su intención, desde luego. No obstante, con aquellos reproches (de perfil bajo, no crean) pude constatar también (con cierto regocijo, dicho sea de paso) que los lectores menos avezados tienen también su corazoncito y que son algunos bastante susceptibles, quizás algo escasos de deportividad a la hora de aceptar su posición. No sé. Es su problema, me dije. Ahora insisto en que no intenté otra cosa que localizar esta obra en sus precisas coordenadas. Pero no deja de tener gracia (y cierto alcance igualmente) la polemiquilla. Me faltó tal vez hablar ahí de El Corsario de Hierro, o del Capitán Trueno, o de los Hollister, todos ellos con sus héroes y sus impagables villanos que tanto gozo me proporcionaban en mis inicios lectores. No lo hice y lo pagué.

Por lo demás, Pilar Rivas estaba exultante firmando ejemplares de su primera novela, como se observa en la foto que incluyo en esta entrada. Eso sí que no tiene precio. Eso también lo dije: lo que mayor satisfacción nos proporciona, lo que creemos que verdaderamente merece la pena de esta actividad editorial nuestra, es posibilitar que escritores de valía (según nuestros avezados criterios, claro está) lleguen a los lectores, a todos, a los más y a los menos avezados, sea lo que sea lo que escriban ya, Gran Literatura o Literatura Popular o de aventuras o de entretenimiento, llámenla como quieran... Pilar Rivas es uno/a de ellos/as.

En fin, para terminar, aquí dejo algunos sinónimos de "avezado" que podrán aclarar seguro su significado (ése que, dije maliciosamente, a lo mejor a alguno de los presentes se le habría escapado): experimentado, veterano, ducho, diestro, curtido, endurecido, encallecido, ajetreado, aperreado, baqueteado, traqueteado, trajinado, zarandeado, acostumbrado, habituado, aguerrido, ejercitado, experto. Elijan el suyo, yo ya lo he hecho.

sábado, 30 de octubre de 2010

Correspondencias, de Hugo Abbati





















Acaba de salir la novela de Hugo Abbatti Correspondencias. Esta novela narra con acento bernhardiano el derrumbamiento progresivo de dos conciencias. Los dos polos de la correspondencia que se reinicia de improviso y tras mucho tiempo de silencio entre dos amigos (y entre terceros conocidos), se establecen entre un mundo cerrado y metodológico (ciencia) y otro sometido a las presiones sociales, políticas o económicas (la vida misma); desde un aislamiento elegido con una finalidad prefijada (relaciones virus-proteínas), hasta un destino más convencional que incluye mujer e hijos y la lucha por la existencia en condiciones precarias. El igualmente progresivo deterioro gramatical y sintáctico de los personajes, ejercitado con habilísima intención, pretende dar cuenta de ese derrumbe que (nos) advierte poco a poco de la ausencia de tierra firme. Hacerse cargo de esta incertidumbre es lo que ellos no podrán evitar.
Hugo Abbati nos propone aquí un interesantísimo juego estructural, a través del cual vemos cómo la vida (la de estos personajes, al menos), vista muy de cerca, pierde su forma y se diluye en esa incertidumbre radical. Ensaya, en fin, con verdadera eficacia tanto artística como emocional, una suerte de parábola sobre la incidencia del progreso tecnológico y científico en nuestro discurrir cotidiano. Todo comienza con la anécdota del gato…

Os la recomiendo vivamente, con toda mi energía, estoy seguro de que la disfrutaréis como lo he hecho yo.

viernes, 29 de octubre de 2010

Poesía

Escribió Marta Sanz en El Cultural de la semana pasada:

Acabo de ser jurado en un premio de poesía. Leo poemarios que recomiendan silencio y otros que son adivinanzas. Leo haikús y textos órficos, telúricos, románticos y metafísicos. Versos civiles y sobre la identidad. Heptasílabos y endecasílabos, sonetos alicatados hasta el techo como los cuartos de baño. Leo artesa, azadón, jofaina, objetos de una aldea que ya no existe. Poemas trascendentes y poemas jocosos, los más soberbios. Leo tantas metáforas que ya no las oigo: noche, laguna, niebla, bruma, metáforas de meteorólogos que dan el parte con la luz apagada. Pienso que leer poesía ya no merece la pena o que quizá me estoy volviendo demasiado letraherida. Me pregunto qué ando yo buscando en los poemas. Me corrijo: me gusta leer poniéndome en el lugar del que escribe, pero sin practicar esa forma de piedad que es una falta de respeto. De repente, me paro ante una imagen de lo triste: alguien mete un grillo en una caja de Nivea, lo cuida, le da de comer, lo ve morir. Aprendo que me gustan los poemas ariscos que ni son un libro abierto ni encierran su significado dentro de una cripta. Los poemas que suenan a poemas sólo hasta cierto punto.

Para qué voy a añadir yo algo más...

sábado, 16 de octubre de 2010

Ficciones

Mi querido amigo Vicente Luis Mora confesó en el número 323 de la revista Quimera y antes en su blog que era él el único y exclusivo autor de la totalidad de los textos incluidos en el número 322 de esa revista. Una falsificación absoluta de un número que estaba dedicado a la falsificación literaria, para mayor abundamiento. Un formidable engaño que perpetró, dijo, para poner en evidencia los mecanismos de legitimación, recepción, tal vez canonización, etc., que operan en la Literatura. Aparte del indudable mérito artesanal e inventivo, con dificultades añadidas en cuanto a la asunción de voces y modos de colaboradores habituales de la publicación, a mí me pareció, más que un rimbombante ejercicio de desenmascaramiento, etc., etc., una magnífica broma con la que me he reído hasta de mi propia credulidad, y con la que se debe haber reído bastante más el autor, dicho sea de paso. Hasta aquí bien, en cualquier caso, muy bien, diría. Pero otra cosa es ya que me incline yo a pensar que ese altísimo correctivo que se pretendía (y que nos merecemos tanto) hubiese surtido mucho mejor su efecto corrosivo si no se hubiera descubierto el engaño al día siguiente como quien dice, si hubiese dejado el impostor su rastro únicamente en esa nómina de colaboradores del final de la revista, en la cual todo es falso también, claro está. Todo menos su nombre y su confesión del crimen. Habría que haberlo dejado dicho ahí solamente, pienso, para que se desarrollara y actuase esa grandiosa falsificación con todo el poder corrosivo que posee sin duda. E insistir en ella todo lo que fuera preciso. No sé, tengo la sensación de que al descubrirse el fraude tan pronto, se desactivó el poderoso virus. Aunque algunos de los colaboradores inexistentes hayan ido a parar ya al buscador académico de Dialnet. Incluso así, no sé.

Entretanto, mi querido amigo David Roas coordinó ese mismo mes de septiembre el número 765 de la revista Ínsula dedicado a la literatura fantástica llevada a cabo en España en los últimos treinta años. Aquí sí son todos los colaboradores reales, existentes, consistentes como usted o como yo. Conozco a Juan Jacinto Muñoz Rengel, a David, a Ana Casas... No hay engaño. No hay trampa. Pero todos ellos se ocupan paradójicamente de algo que, por fantástico, escapa a nuestra noción de realidad, de algo que "no puede ser nombrado ni descrito con precisión", como se dice por ahí, de algo que en puridad, entonces, no existe. Y todos ellos se esfuerzan enternecedoramente en dotar de un cuerpo físico, tangible, verdadero, a lo que no puede poseerlo en modo alguno. No veo lo fantástico, no puedo verlo, pero los veo a todos ellos claramente. Así que, pienso, en Quimera algo fantástico, algo que no existe, me muestra una realidad a la que podría abscribirme sin conflicto, en Ínsula en cambio la realidad constatable me persuade con una invención ciertamente conflictiva.

Entretanto, mi querido amigo Hugo Abbati me había contado ya la inquietud que sintió en una recóndita aldeúcha de Benin este verano, cuando una caterva de niños negros como el tizón se pasaba de mano en mano la cámara digital G7 de última generación, que previamente le había arrebatado sin permiso, decía, y empezaba a disparar a diestro y siniestro. Una realidad ahora hablándome de otra realidad tal vez que quedó plasmada en la imagen que acompaña esta entrada, es decir, que ya no existe.

Entretanto, yo escribo esto sin saber muy bien si es falso o no, si yo mismo soy una invención, si soy realmente yo el que escribo, o es otro tal vez usurpando mi nombre y mi contorno, como afirmaba Borges del otro Borges; si mi identidad se diluirá en este texto o saldrá reforzada, ya física, a través del nombre que ahora digo, el mío, Francisco Javier Torres. El que soy. O no. Finalmente, no sé dónde ponerme.

jueves, 7 de octubre de 2010

El Nobel de Vargas

He aquí la mía, una más entre la infinidad de voces que se han alzado para celebrar el Premio Nobel de Vargas. Desde luego que yo también me uno sin dudar a esa infinidad de voces que ha aclamado la acertada, esta vez sí, concesión a Vargas del tantas veces controvertido galardón. Sin hacer patria lingüística. Sin reservas ideológicas. Simple y llanamente porque me parece un novelista excepcional.
Digamos que hace no demasiado tiempo que yo podía considerarme sólo un lector ocasional de novelas. Leía novelas, claro está, y no pocas han caído a estas alturas, pero no dejaba de acompañarme casi siempre, y aun algo lo hace todavía, no crean, el pésimo juicio que sobre ese género tenía Cioran. Por cioraniano entonces (y ahora, ay), no pude, no podía considerarlo mi género predilecto, lo cual me sirvió también tal vez para ocultar mi pereza, no hace falta que nos engañemos. Ya no pienso igual. A pesar de no olvidar ese juicio negativo que tanto me influyó, reconozco que he sido muy feliz leyendo novelas, mucho más de lo que nunca hubiera podido imaginar en los tiempos de mi más acendrada negación. Uno de esos momentos de júbilo casi inexpresable me lo proporcionó precisamente Vargas. Ocurrió cuando leí hace cosa de cuatro veranos La fiesta del chivo. Leí esa novela absolutamente embebido por su asombrosa e hipnótica energía fabuladora. También lingüística. Literaria. A partir de esa lectura creo yo que pude considerarme rehabilitado del todo para la causa novelística que apoyo hoy con fruición (y manteniendo intacta mi admiración por Cioran, ¿eh?, que conste). Por eso tengo que estarle agradecido a Vargas. Y por eso me alegro tanto de que le hayan dado el premiazo de los premiazos, que, como muchas veces se dice (y no hay duda en esta ocasión), adorna más a quien lo da que a quien lo recibe.
Por cierto, una maldad: el duelo Vargas/García va por tablas. ¿A qué nivel se librará el próximo asalto?
Por cierto, después de leer ese verano La fiesta del chivo, me cargué Libra de Don De Lillo. Otro rendimiento. Pero eso lo cuento ya otro día...

viernes, 17 de septiembre de 2010

¿Qué le has dicho, Holden?

¿Qué le has dicho, Holden?, dijo el negro.
Que en tu país no teníais costumbre de dar la mano.
Antes de eso. ¿Qué le has dicho antes de eso?

El juez Holden sonrió. No es preciso, dijo, que las partes aquí presentes estén en posesión de los hechos concernientes a este caso, pues en definitiva sus actos se ajustarán a la historia con o sin su consentimiento. Pero cuadra con la idea del principio justo que los hechos en cuestión (en la medida en que se los puede forzar a ello) encuentren depositario en una tercera persona que ejerza de testigo. El sargento Aguilar es precisamente esa persona y cualquier duda acerca del cargo que ostenta no es sino una consideración secundaria comparada con los perjuicios a ese más amplio protocolo impuesto por la agenda inexorable de un destino absoluto. Las palabras son objetos. De las palabras que él detenta no se le puede despojar. El poderío de esas palabras trasciende el desconocimiento que él tiene de su significado.

El negro estaba sudando...


(El juez Holden es el jefe de la panda de mataindios de Meridiano de sangre
–Cormac McCarthy, 1985–. Así inicia sus esplendorosas intervenciones en la novela, con un discurso demoledor sobre las palabras que le suelta a un atribulado negro tan ignorante como él –he ahí la ironía–. Es asombroso el cambio de registro lingüístico que lleva a cabo ahora McCarthy con este personaje. Te golpea, te aturde, no sin haberte seducido antes con ese encadenamiento conceptual absolutamente fatuo. Después viene lo que viene. Resulta magistral, qué duda cabe.)

miércoles, 15 de septiembre de 2010

José Hernández

Conocí la obra de José Hernández hace más de doce años cuando ilustramos con varias de sus creaciones uno de los números de Bazar. Revista de Literatura, la revista que dirigía yo por entonces junto con Emilio Chavarría. Me fascinaron desde luego aquellas grotescas imágenes humanas, aquellas deformes criaturas del reino animal, alguna arquitectura imposible..., el inquietante y personalísimo color terroso, las sombras y veladuras de todos aquellos cuadros visionarios que tan generosamente nos permitió reproducir. Ahora he tenido la oportunidad de conocerle a él en persona. Me invitó hace unos días a su casa en Villanueva del Rosario, un molino de aceite del siglo XVIII en el que vive seis meses al año desde hace treinta. Ahí trabaja también todos los días, desde muy temprano hasta entrada la noche, casi sin interrupción, me dijo, salvo para la comida y el paseo diario entre olivos al atardecer. Muy lentamente. Haciendo numerosos bocetos de proyectos que luego pasarán al lienzo. Velando y velando las capas de color y dejándolas secar días y días para poder seguir, para conseguir esas inusitadas gamas de negros y ocres que tanta fama le han proporcionado. Durante el recorrido que hicimos por su estudio, nos explicaba a Carmen y a mí los cuadros con asombrosa naturalidad, dos o tres de gran formato que había allí y que tenía en marcha desde hacía ¡cuatro años! Yo me acercaba reverencial a contemplarlos. Él, por el contrario, los manoseaba, pasaba la palma de su mano por la tela, los acariciaba con la misma asombrosa naturalidad y desafectación con la que hablaba de ellos. "¿Ves?, ya está seco –decía–, mañana lo continuaré. Es un encargo. Tal vez el año que viene lo entregue". Yo asentía estupefacto. Otro Antonio López, otro Víctor Erice, pero del ensueño y la imaginación desbordada esta vez, pensé. Me sentí allí de veras privilegiado pudiendo admirar junto a su autor esos pocos cuadros prodigiosos. Otros más había de pequeño formato y no me resistí a preguntar, ingenuamente, por su precio. No sé, me dijo maliciosamente, eso háblalo con mi hija que es quien se ocupa de tasarlos.
Después del recorrido por el estudio, nos sentamos en el patio del molino junto a otros amigos que habían llegado entre tanto. Allí nos comimos un estupendo tallín de cordero y nos bebimos varias botellas de vino y alguna más de Jhonny Walker. Nos despedimos de madrugada con la lengua pegada ya casi al paladar. Inolvidable el encuentro, no hace falta decirlo.

José Hernández, además de pintor de difícil homologación, con un mundo propio y una técnica absolutamente singulares (no lo digo yo, lo dicen los mejores especialistas: Calvo Serraller, Juan Manuel Bonet, Martínez Sarrión, Corredor Matheos), pasa también por ser uno de los mejores grabadores españoles en ejercicio y un ilustrador de libros de primera magnitud (son buenísimas, pero buenísimas, las ediciones para bibliófilos de La metamorfosis de Kafka, o de El Aleph de Borges, o de El túnel de Sábato,
ilustradas por él). También ha firmado algunas memorables escenografías para obras de teatro de Francisco Nieva, sobre todo, y bastantes carteles para películas de cine. Las de Buñuel, entre otras, tan afín, por otra parte, al alucinado mundo de José Hernández (o viceversa). Aquí les dejo el enlace a su página de internet, verán que no exagero.

José Hernández, además, está casado con Sharon Smith, a quien conocí antes que a él en una tertulia dedicada a Muñoz Rojas en la que intervinimos y que se incluyó luego en el documental sobre el bardo antequerano El poeta sin tiempo. Nuestra coanfitriona es autora de varias deliciosas colecciones de relatos. Una de ellas verá pronto la luz en nuestra editorial. Ya daré noticias.

miércoles, 25 de agosto de 2010

La possibilité de una isla

Cuando terminé de leer Plataforma tuve la sensación de haberme encontrado con un tipo algo engreído y soberbio, despiadado también a pesar de su cinismo, lúcido, sobre todo, qué duda cabe. Cuando concluí Las partículas elementales se me presentó ese mismo tipo igualmente cínico y descreído, el mismo finísimo analista de las mejores y las peores emociones humanas tanto físicas como psíquicas. Ahora termino La posibilidad de una isla y me encuentro otra vez a ese autor profundamente melancólico al que ya conocía, en efecto, pero mucho más pesimista, mucho menos corrosivo a pesar de todo, mucho más desencantado, trágico incluso. Pero por encima de estas actitudes, he visto ahora a un autor que tal vez haya pretendido superar esa incomunicabilidad de la que se quejaba en 1995, en un artículo incluido en El mundo como supermercado en el que escribía Michelle Houellebecq que "la propensión al desmoronamiento que muestra la creatividad en las artes no es sino otra cara de la imposibilidad, tan contemporánea, de la conversación. Es como si, en la conversación corriente, la expresión directa de un sentimiento, de una emoción o de una idea se hubiera vuelto imposible por ser demasiado vulgar. Todo tiene que pasar por el filtro deformante del humor, un humor que termina girando en el vacío y convirtiéndose en trágica mudez". Hasta quí la cita de Houellebecq. Y esto lo "expresa directamente" ahora Daniel1, el personaje central de esta novela, casi al final, es cierto, lo cual no deja de sugerir cierta reticencia, pero sin dar lugar a malos entendidos: su "relato de vida", esa autobiografía que descubrimos que está leyendo Daniel24 y continúa Daniel25 2.000 años después de haber sido escrita, es pues al cabo la confesión de que su autor cree aún, a pesar de todo, en el amor. Despúes de todo, esa creencia de Daniel1, la nostalgia más bien de esa emoción narrada que es incapaz de experimentar, es la que impulsa a Daniel25 a abandonar por fin su existencia autótrofa, absolutamente ensimismada y sin sentido, únicamente perturbada por algún mensaje electrónico enviado desde algún lugar remoto de la tierra postapocalíptica (lo que nos recuerda en cierto modo al también apocalíptico relato de Ballard "Unidad de cuidados intensivos"), la que le hace salir de su inexpugnable encierro para, aun a riesgo de su vida, intentar encontrarla nuevamente. Misión imposible, he ahí la tragedia. Sólo la relación con su perro Fox (también clonado) se asemejará en algo a esa emoción humana que persigue, he ahí la ironía. ¿Qué le ha pasado a Houellebecq, se ha vuelto un sentimental? Bueno, en el fondo yo creo que nunca ha dejado de serlo, a pesar de esa fachada de cinismo y acidez con la que se venía protegiendo casi siempre. En cualquier caso, aún está lejos de parecerse a Gustavo Martín Garzo, no vayan a creer. Y humor hay aquí, claro está, incluso el protagonista es un humorista de éxito, de mucho éxito, paradójicamente, si tenemos en cuenta que sus montajes se cuentan por burradas cada uno de ellos (un humorista, por cierto, dicho sea de paso, que con el título de uno sólo de estos montajes, aquél de Cómeme la franja de Gaza, demuestra mucho más ingenio y más mala leche que en todas las bromitas juntas que se marca Palahniuk en Snuff, su última novela). Si bien es un humor hastiado, apesadumbrado, y que como Houellebecq decía hace tantos años, desemboca sin remisión en la mudez artística y hasta íntima, existencial en este caso. No obstante este dominante humor "tórrido", nos las vemos también con historias verdaderamente divertidas, hilarantes algunas de ellas, como las "estrategias de marketing", por ejemplo, para promocionar esa nueva religión que acabará por triunfar universalmente o la caracterización que va haciendo de los personajes que forman su cúpula dirigente.

Hay en esta novela reflexión inteligente, y mucha provocación, estimulantes puyas a mitos de la literatura y la cultura en general, esas cosas que tan poco se prodigan casi siempre en las obras de ficción que más nos recomiendan... Y si bien el lenguaje lo he notado algo menos elaborado, más despreocupado, puesto al servicio de la narración tal vez, en todo caso, lo cual no es malo en sí mismo, sí resulta de verdad interesante la estructura de la que ha dotado Houellebecq a su novela. Ah, y las escenas de sexo son magníficas, diga lo que diga Germán Gullón. Y el Comentario final bellísimo con toda su desolación. No se lo pierdan.


sábado, 21 de agosto de 2010

Fin de fiesta

El dosmilésimo septingentésimo trigésimo séptimo día después del cuadragésimo en que George W. Bush anunció la victoria y el final de la guerra, las cifras que tenemos son las siguientes:
100.000 iraquíes civiles muertos (redondeando)
4.737 bajas en el ejército de ocupación
1.000.000 de iraquíes desplazados (redondeando)
El país devastado, el 23% de la población (más o menos) en la pobreza extrema.
611.000 millones de euros enterrados... redondeando también. Un poquito menos, en cualquier caso, que en la Segunda Guerra Mundial, un poquito más que en Vietnan.

No está mal el balance para una entelequia. Ahora van a Afganistán, a continuar la fiesta. 96.000 efectivos (justos) tienen ya sus invitaciones correspondientes. 50.000 (justos) tardarán algo en llegar todavía porque tienen que recoger los platos y fregar el suelo. Pero irán (uy, Irán, vaya por dios), seguro que irán...

domingo, 8 de agosto de 2010

Grafeno

Traía El País el otro día un artículo que hablaba sobre este nuevo material, la membrana más fina posible, de ¡un átomo! de grosor, descubierto hace apenas cinco años. Explicaban ahí que es un compuesto de carbono, que procede del grafito (muy abundante y poco contaminante) y que al parecer revolucionará (de nuevo, uf) el mundo tecnológico conocido. Apuntaban además como nota curiosa que tal vez en pocos años el egregio y ya venerable Silicom Valley tal vez cambie su denominación por el mucho más cool de Grafeno Valley. Hemos pasado en muy poco tiempo del cobre al germanio, del germanio al silicio y de aquí al grafeno, un superconductor igualmente que permitirá, imagínenselo, que podamos enrollar y colocarnos en la oreja como un lapicero nuestras pantallas táctiles, todas, cada vez más pequeñas y potentes. O montar pantallas esféricas, cónicas, cilíndricas... Dicen por ahí que los investigadores han conseguido ya controlar la naturaleza del grafeno... Aunque tampoco es que lo tenga del todo fácil este material, pues tendrá que competir con esa especie de luciernaguitas que son los polímeros, otro de esos hallazgos recientes.
Yo me asombro desde luego con todos estos avances. Me asombré cuando anunciaron la existencia de la oveja Dolly, cuando nos comunicaron el descubrimiento al fin del genoma humano, con la divulgación de las investigaciones nanotecnológicas también. Y ahora esto que nos llega así, como por casualidad, a través de otro pedrusco (
¿lo intuyó Ives Bonnefoy en su libro Piedra escrita?, ¿y José Hierro, cuando escribía aquello de "...con las piedras, con el viento..."?). Siempre me estremezco de gozo con estas cosas y se me dispara la imaginación. ¿Qué otras quedan por descubrir? ¿Hasta dónde seremos capaces de llegar? ¡Qué ilusos aquéllos que decían que el tiempo de las grandes aventuras había concluido con la conquista del Polo Norte! (¿o era el Polo Sur?)

Bueno, hoy también trae un artículo el periódico dando noticia del fallecimiento por quemaduras de uno de los finalistas en el Campeonato Mundial de Resistencia en Sauna. Y ayer mismo estuvo mi padre refiriéndose al pan de antes, que se mantenía comestible cuatro o cinco días, no como ahora, decía. No sé, conviviremos tal vez con todo esto. Pero flipa el futuro, ¿eh?, flipa.

domingo, 18 de julio de 2010

Fantasías veraniegas de ayer y hoy



-Méteme, rey, un dedo en el trasero:
cuélame ahora la pieza despacito;
húndela toda bien, que no me quito
y gózame gozando, como quiero.

¡Ay, qué placer! Me matas y me muero;
si esto es pecar, pequémoslo infinito!
¿Quieres meter tu gloria en mi culito
y en el chisme el dedillo traicionero?

-Bien está ya ensartado en el chumino:
la próxima detrás, será riqueza
si es que no me equivoco en el camino.

¡Esto es vivir! Y no los insensatos
que lejos de la cama y de la mesa
pierden el tempo como mentecatos.

¿Que gozar es morir? ¡Bah! Estupideces;
para vosotros la virtud: pazguatos,
por una vez amar… ¡morir cien veces!




-Dejame lo acaricie... ¡Oh, qué tesoro!
Cómo, sin esta joya ser feliz?
Cuando me llena soy... !emperatriz!
¡Verga divina rica como el oro!

Húndete en mí sin miedo, te lo imploro:
Llégame de un envite a la matriz,
que no hay pieza que valga una lombriz
si en la ocasión observa ruin decoro.

-Libro abierto es tu boca, amada mía.
Negarle a buena almena buen envite
es negarle a un enfermo una sangría.

Culos cate quien tenga leve falo:
mas quien goce, cual yo, de un buen retoño,
busque siempre en las vulvas su regalo.

-Dices verdad, que la ilusión del coño
aun las vergas cual ésta que me llena
el conducto que va del papo al moño.



Sonetos lujuriosos, de Pietro Aretino (1492-1557)


El grabado que acompaña a los sonetos es uno de los deliciosos Modi que Giulio Romano realizó para acompañar la edición de los xvi poemas del vate renacentista


En fin, seguimos. En cualquier caso, que disfrutéiiiiis…..

viernes, 16 de julio de 2010

Recordatorio de Vicente Núñez

Hace poco se cumplía el octavo aniversario de la muerte de Vicente Núñez. El poeta de Aguilar de la Frontera nos dejó tristemente el 23 de junio de 2002. La buena noticia, de todas formas, es que desde entonces no han cesado de aparecer publicaciones, como suele decirse, de y sobre el autor. A nuestra modesta contribución con El suicidio de las literaturas, de 2003, donde recopilamos sus artículos de crítica literaria y sus textos en prosa, y que aunque no llegó a ver editada, preparábamos con su concurso en los últimos meses en que estuvo vivo, se unió al año siguiente otra aportación de nuestra editorial al conocimiento y difusión de la obra de Vicente Núñez con la recopilación de los artículos que sobre él había escrito hasta el momento Miguel Casado bajo el acertado título de El vehemente, el ermitaño (dos rasgos, qué duda cabe, definitorios de la personalidad de nuestro autor). Hasta ahí nuestra intervención directa (de apreciable grosor, digamos, ya que hubo antes alguna que otra pelusilla).
Pero en 2005 se constituyó ya por fin de manera oficial la Fundación Vicente Núñez, la cual, y gracias en buena parte a la inquebrantable voluntad de Vicenta Núñez, su directora, se ha ocupado desde entonces sin desfallecer de ir atizando y manteniendo en su apropiado punto de hervor la memoria de nuestro poeta. Tengo ahora sobre mi escritorio creo que todo lo que ha ido saliendo con su patrocinio o su intervención en estos cinco años de actividad. Y su recuento depara alguna sorpresa.
Este encomiable rosario de publicaciones a ella debidas se inició en 2007 con la edición en la editorial Visor de Rojo y sepia, el único libro de poesía que permanecía inédito aún, una colección de poemas breves e impresionistas en la línea de su anterior Teselas para un mosaico (1985), escrito además en esa misma época según las propias declaraciones del autor. Y también se publica, en Italia, una amplia antología de la obra poética de Vicente Núñez, con traducción e introducción de Marina Bianchi, una deliciosa italianita, por cierto, a quien conocí en el Congreso sobre el poeta celebrado en Córdoba ese mismo año. La nota preliminar de esta antología italiana está a cargo del afamado hispanista Gabrielli Morelli, lo que desde luego da idea de su importancia y de su posible trascendencia. Dos libros más aún salen en este año. Uno de estos quizás sea el que introduzca en primer lugar esa sorpresa a que me refería. Se trata de la antología El fervor y la melancolía, preparada por el antólogo mayor del reino Luis Antonio de Villena, y que lleva como subtítulo los poetas de Cántico y su trayectoria. Los poetas de Cántico, sí, pero en él se incluye (ah, sorpresa) a Vicente Núñez cuando es evidente y conocido que no formaba parte canónica de ese grupo. Como es lógico, señala Villena las diferencias estéticas entre éste y los otros. La inclusión de Núñez ahí la fundamenta entonces en razones de amistad, y tras el placet, claro está, de Pablo García Baena, ángel custodio del grupo, a la vez que arcángel protector de Núñez. No chirría aquí, no obstante, en exceso la iniciativa por la misma naturaleza subjetiva de la propuesta de Villena, sobre todo; tampoco, porque es desde luego manifiesta la gran afinidad personal entre Vicente Núñez y los componentes del histórico grupo. En cualquier caso, no deja de llamar la atención si nos ponemos a pensar en una posible maniobra literaria que permitiera la pervivencia de un autor por otras vías que no fueran estrictamente su propia obra. Como si Vicente Núñez en este caso necesitara de esa referencia historiográfica para refrendar su personalidad literaria, lo cual nos provoca (una vez más) cierta desconfianza en los criterios de elaboración de un posible canon, de cualquier canon, para que vamos a negarlo (esto lo sabe muy bien el crítico Miguel Casado, quien se dedica gloriosamente a pervertirlo desde hace mucho).

En esta ocasión el gesto de incluir a nuestro autor en la nómina de Cántico tal vez no pase de ser algo anecdótico y puede que lo que apunto no sea más que produzco de cierta inclinación maliciosa por mi parte. Pero sí causa mayor sorpresa ver cómo esta “inocente” iniciativa de Villena se pretende “institucionalizar” cuando Guillermo Carnero, con el patrocinio una vez más de la Fundación Vicente Núñez, incluye de nuevo al poeta en la reedición en 2009 de su muy afamado e inencontrable e institucional estudio de 1976 sobre Cántico y sus poetas. En esta obra, El grupo Cántico de Córdoba. Un episodio clave de la historia de la poesía española contemporánea, añade ahora Carnero un capítulo dedicado a Vicente Núñez y en sus primeras líneas intenta justificar, cómo no, la ampliación del grupo en términos objetivos, de lógica literaria. Pero la verdad es que no llega a convencer, puesto que para quien conozca la obra de Vicente Núñez, estos argumentos (bastante beligerantes, por cierto, y algo autosuficientes) caerán siempre más bien del lado de la constatación de las evidentes diferencias que de la apreciación de posibles confluencias estéticas. Que las hubo, no digo que no, sólo que éstas fueron iniciales, coyunturales tal vez. Adscribir A Vicente Núñez al grupo de Cántico queriendo aplicar un método científico me parece algo absurdo, cuando no erróneo. Y si quisiéramos hacerlo así, no deberíamos olvidar entonces, pongo por caso, a Juan Valencia en la próxima edición (e incluso a José María Pemán, si apuramos). No, Núñez no perteneció “científicamente” a Cántico, no debemos engañarnos. Otra cosa bien distinta es considerar suficiente para su adscripción el paralelismo en la peripecia vital (incluido, curiosamente, el periodo de silencio de cada uno de los poetas) o su afinidad personal fuera de toda duda. O eso, bastante más honesto, o admitir sin tapujos que para que una obra, una obra absolutamente singular, diga lo que diga Carnero, obtenga su justo aprecio debe ser suministrada con excipientes, con lo cual volvemos algo apenados a lo que decíamos antes sobre la elaboración del canon nuestro de cada día.

En cualquier caso, y dejando al margen las opiniones personales, es evidente que estas dos publicaciones propician a su modo un nuevo espacio de encuentro con la obra del poeta de Aguilar, ensanchan su espacio, si queremos verlo así, de lo cual no debemos sino alegrarnos los nuñecianos.

En 2009 se publicaron también, en la editorial Renacimiento, las actas del Congreso de 2007 sobre Vicente Núñez a que me he referido. En Vicente Núñez. Oralista, poeta, sofista, título del libro, encontramos muy interesantes acercamientos al poeta por parte de Miguel Casado, Juan Carlos Mestre, Celia Fernández, Juan Lamillar, Vicente Luis Mora, o por la mía propia (aunque menos interesante éste ya, claro).

Pero quizás lo más importante de todo esto haya sido la publicación en dos tomos por la editorial Visor de nuevo y a cargo de Miguel Casado, de la obra completa de Vicente Núñez. El primero de ellos salió en 2008 e incluye toda su obra poética conocida y algunos poemas desconocidos o casi. El segundo tomo lo he recibido hace escasos días. Está dedicado a los sofismas de Vicente. Ha sido el que ha provocado ya por fin este irrefrenable deseo de dejar constancia. No olvido Plaza octogonal, publicado en la Biblioteca de la Pléyade malagueña, en la colección Ciudad del Paraíso, quiero decir, que promueve el Ayuntamiento de Málaga. Tampoco olvido una edición en italiano de los Sofismas (sobre los que tengo intención de hablar otro día) a cargo de la italianita Marina Bianchi. Dejo constancia, pues, y me refreno.

lunes, 12 de julio de 2010

Dislexia(s) en Radio5


Juan Jacinto Muñoz Rengel comenta en su programa el libro de Javier B Dislexia(s), ese fresquísimo compuesto literario que hemos publicado también hace nada. Tengan cuidado, en cualquier caso, los hipertensos y los anoréxicos primarios crónicos, su lectura, como se dice ahí, puede tener consecuencias irreparables, ojo.

http://www.rtve.es/mediateca/audios/20100704/dislexia-literatura-breve/820284.shtml

viernes, 9 de julio de 2010

Herta Müller toma los mandos del Mundo


Apoteósico, rendido artículo de Sáenz de Saitegui hoy en El Cultural de El Mundo sobre el libro de Herta Müller Los pálidos señores con las tazas de moca que acabamos de publicar. ¡Doble página y libro de la semana! No se puede pedir más (por el momento, por el momento, sólo por el momento...).

http://www.elcultural.es/version_papel/LETRAS/27537/Los_palidos_senores_con_las_tazas_de_moca

jueves, 1 de julio de 2010

Festival Pynchon

Juan Francisco Ferré ha colgado en su blog un cadáver exquisito la mar de entretenido. Pynchoncitos en porciones, daditos cuadraditos para consumir así, de un solo bocado. Échenle un vistazo si lo desean, échenselo, verán cómo se agarra el producto al paladar, como el jabugo. Y otros entretenimientos planea, al parecer. Estaremos pendientes...

miércoles, 30 de junio de 2010

sábado, 19 de junio de 2010

El asco

He dicidido hacerme enemigo personal de Ernesto Calabuig, el crítico de literatura hispanoamericana de El Cultural. Así, cuando él ensalce un libro, yo lo denostaré, cuando fustige otro libro, correré yo a comprarlo y a leerlo y seguro, seguro vaya, seguro que será un libro espléndido. No por nada, simplemente porque he comprobado que no da una (o da muy pocas, demasiado pocas, las cantadas, que no cuentan...). De modo que su crítica entusiasta al libro de Claudia Piñeiro que ya comenté aquí, me hizo caer en la trampa pensando que estaba a punto de descubrir un tesoro ignorado cuando el libro no podía ser, (según yo creo, claro está) más malo y más tramposo. Tras este fiasco leí algunos meses después otra crítica del ínclito comentarista. Esta vez se trataba de un libro de relatos del escritor hondureño Horacio Castellanos Moya. Era elogiosa de nuevo, así que desestimé rápidamente su lectura. No obstante, en ese comentario hacía alusión a una novelita corta del mismo autor que tachaba de experimento fallido, de texto vanal con un desmesurado y contraproducente resabio bernhardiano. Umm, Bernhard, me dije, veremos si está en lo cierto el oráculo... Y no, no lo estaba.
Resulta que El asco, la novelita en cuestión del hondureño, es en efecto un ejercicio bernhardiano, y así lo manifiesta el propio autor desde el principio, claramente, en la misma portada del libro, por si pudiera alguien albergar alguna duda. Imitar a Bernhard es una empresa bastante arriesgada, no hace falta a estas alturas, me parece, explicar por qué. Bernhard, con sus personalísimos recursos literarios y su feroz y omnipresente crítica a la sociedad y a la naturaleza del ser humano en general, y a su Austria natal en particular, ha creado un mundo propio de difícil homologación. Por eso mismo cualquier intento de seguir esa senda suya remarcada con absoluta nitidez se torna resbaladizo casi por necesidad. Javier Marías, por ejemplo, lo sabe bien. Castellanos Moya, en cambio, lo digo ya, sale airoso, muy airoso del desafío impuesto. Pone con honestidad todas sus armas a la vista y se lanza a despotricar sin freno sobre El Salvador en este caso, su país de residencia durante muchos años. Y no deja tampoco, como el infatigable austriaco, títere con cabeza. La familia, la religión, la política, la educación, la prensa, la música, la comida, la cerveza, los prostíbulos, los restaurantes, los transportes, la arquitectura, el fútbol (¡el fútbol, albricias, esperemos que sea igual de malo en toda la zona!) el clima incluso (pobrecitos los salvadoreños, qué culpa tendrán) son despedazados sin piedad por boca de Edgardo Vega, un profesor universitario emigrado a Canadá hace mucho tiempo y que vuelve al país, contra su voluntad, claro, para asistir al funeral de su madre. El profesor Vega se cita con el único amigo que mantiene en el país y desarrolla ante él, ante el así llamado Moya, mudo a todo lo largo del texto
(tal vez atónito), su obsesivo, inquietante y a veces delirante monólogo. Y al igual que cualquier personaje de Bernhard con su infalible método especular, el profesor Vega nos provoca con su hiperbólico resentimiento la misma risa higiénica que tanto necesitamos.
Eso en lo que se refiere a la melodía de la novela. Pero podemos comprobar también que este laúd bernhardiano de Castellanos Moya está bien afinado pulsando las notas sueltas del asco (del asco, sobre todo, ninguna sensación más hiriente y despectiva, bernhardiana), de la mugre, la degradación, la calamidad, los energúmenos, los criminales, los esperpentos que transitan por sus páginas; o de la espeluznante, aterradora, horrenda, estúpida, imbécil, apestosa, repugnante, terrorífica, atroz, codiciosa realidad del país y sus habitantes que se nos describe en ellas. Puro Bernhard, no me lo negarán.
Yo creo que como con todos los textos del austriaco, podemos leer esta novela como una gran broma cósmica, siniestra, sí, pero broma después de todo. Sólo de ese modo deberíamos verlo tal vez. Pero se da la inquietante ciscunstancia de que Horacio Castellanos Moya provocó un gran escándalo en El Salvador cuando la publicó y que fue por ella realmente amenazado de muerte si volvía. En ese país quizás no se trate eso de una broma, me temo, según dicen. Por eso, por si acaso, todavía no ha vuelto.
En cualquier caso, ciñéndonos a cuestiones estrictamente literarias, y al contrario de lo que opina mi ya declarado antagonista Calabuig, a mí la novela me parece plenamente lograda a pesar de su servidumbre impuesta, un ejercicio de estilo (ah, mi querido Queneau) que ya quisiéramos muchos imitadores de voces superar con tan buena calificación. Calabuig, pues, no lleva razón en este caso, como tampoco la llevaba en el de Piñeiro. Así que, según he covenido, me saltaré olímpicamente su lectura recomendada de El cojo y el loco, de Jaime Bayly, e iré en busca de El don de la vida, de Fernando Vallejo, otro bernhardiano de pro a su modo y de quien echa pestes el tío.


viernes, 4 de junio de 2010

Mercado editorial (la literatura que viene)

A David Roas, terrorista cultural,

por los muchos atentados

y otras deudas


Apreciado Profesor Bermúdez:

En respuesta a su petición, nos congratula poder adelantarle los títulos, así como una breve sinopsis, de las novedades que nuestra editorial prevé lanzar próximamente al mercado.

Agradeciendo de antemano tanto su interés como la especial atención que estoy segura que dispensará a las mismas en sus oportunas críticas como ha venido haciendo siempre a lo largo de estos últimos años, aprovecho la ocasión para enviarle un afectuoso saludo.

Atte.: Maria Ribera

I. Caspa para una camisa AZUL, de Julián Martínez Bertomeu. Novela de cariz histórico-político que revive la heroica resistencia de un pequeño consorcio de peluqueros de señoras durante los últimos coletazos del franquismo.

II. El hombre que subía demasiado, de Severo Ruiz Cifuentes. Manual de autoayuda del prestigioso psiquiatra y especialista en neurofisiología, director de la unidad docente-asistencial de la City University of New York.

III. Actualidad del origami, de Yasutaka Koi Hernández. Extraordinario epítome (de una no menos cuidada edición) que recoge las tendencias más actuales en Occidente del milenario arte japonés. Dedicando especial atención a los más recientes y destacados ejercicios de doblado en nuestro país.

IV. MARXISMO Y ELS PASTORETS, de Justino Mailer. El osado análisis de las relaciones entre el diablo y la barretina en el que, a la luz de las tesis marxistas, Mailer propone identificar el diablo con el capitalismo y la barretina como símbolo del proletariado, lo que abre nuevas e impensadas vías hasta el momento para la interpretación de una de las obras cimeras de la literatura catalana. Recientemente, merecedor del Premio «Terrunyo» que otorga la Generalitat a estudios sobre la cultura catalana no escritos en catalán.

V. Metafísica del borceguí, de María Luisa Fdez. Bohigas. Excepcional compilación en la que la profesora Fdez. Bohigas realiza un exhaustivo seguimiento de los aforismos más utilizados a lo largo del siglo XX en el gremio de zapateros remendones.

VI. SAUDADE: DEL FADO Y DEL TAM-TAM, de Anabela Macías Ndongo. Antología que congrega las plumas más jóvenes y prometedoras de la renovada lírica poscolonial portuguesa.


(Texto incluido en Dislexia(s), de Javier B., el último título que hemos publicado en nuestra, así llamada, colección Los días terrestres, como este blog, en efecto)