miércoles, 29 de octubre de 2008

Bernhard dixit





En las Conversaciones con Krista Fleischmann:
"Al parecer todos morimos con música en la cabeza, me lo dijeron una vez, ¿no? Cuando todo ha desaparecido ya -inteligencia, personas, recuerdos- siempre sigue habiendo música en ella. Sobre todo vienen los gusanos y siguen tocando esa música ¿no? Primero aparecen en las comisuras de los ojos. Por las voces que tiene la orquesta puede verse cuánto tiempo lleva muerto, porque el primer gusano salta ya al rabillo del ojo en el primer segundo de la muerte ¿no? Pero no se puede determinar exactamente si en el izquierdo o en el derecho, y eso es lo difícil para los médicos forenses, que todavía discuten hoy si el primer gusano salta realmente en el rabillo del ojo izquierdo o en el del derecho. Hay simposios, están muy de moda ahora esos Simposios sobre el rabillo del ojo."

Tal vez compongan esos "¿no?", tres aquí, (y similares fórmulas) la clave bernhard, lo más estimulante suyo, desde luego, (aparte, claro está, de los Simposios sobre el rabillo del ojo).

sábado, 25 de octubre de 2008

Correctivo Bernhardiano



para José Antonio Montano

Pocos libros me han entusiasmado tanto como Corrección, de Thomas Bernhard. Intento recordar ahora algún libro, algún autor, que me hubiese causado igual o parecida impresión, y llega, claro está, alguno, pero todos llegan, eso sí, tal vez por el tiempo transcurrido desde su lectura, algo atemperados. Me entusiasmé hace mucho, recuerdo, y aún lo hago, sí, con la poderosísima prosa alada de Gil-Albert, hasta el punto, en su día, de escribirle una inextricable misiva gilalbertiana a un profesor de mi facultad exigiéndole casi que me dejara pasar en la última convocatoria, en la última oportunidad de no dilapidar cinco años de estudio de mi amado y odiado griego antiguo (me dejó pasar, sí, aunque nunca supe, ni sabré, seguro, ya, al parecer, si fue por mis saberes o por su exposición). Guerra y paz me lo bebí de un trago. Con las Inquisiciones y las Infamias de Borges tuve, y tendré, no hay duda, días gloriosos. De La cruzada de los niños, de Marcel Schwob, el otro Marcelo me acompaña, para siempre ya, el conmovedor aire misterioso de su brevísimo relato inextinguible, el de su Libro de Monnelle también. Cioran, Bataille, Kafka, Bonnefoy, Gamoneda, Yourcenar, etc., etc., etc. Pero quedan todos ahora empequeñecidos, ay, por el tiempo y la "monstruosa idea" de Bernhard y su mcguffin cónico ensayado en Corrección. Por Bernhard, el cínico glorioso que dice, sí, que cuando quiere él echarse unas risas abre por donde sea cualquiera de sus libros y se parte, que sólo intenta distraerse con sus libros y evitar que el mundo le resulte aburrido, ya que, para qué se va a engañar, nunca podrá ser Papa o César. Por Bernhard, el implacable admonitor, el lúcido impecable: "Nada he admirado más -dice Bernhard- durante toda mi vida que a los suicidas. Me aventajan en todo. Yo no valgo nada y me agarro a la vida, aunque sea tan horrible y mediocre, tan repulsiva y vil, tan mezquina y abyecta. En lugar de matarme, acepto toda clase de compromisos repugnantes, hago causa común con todos y cada uno, y me refugio en la falta de carácter como en una piel nauseabunda pero cálida, ¡en una supervivencia lastimosa! Me desprecio por seguir viviendo." Vale. Se empequeñecen ahora ante esta forma de hacer literatura, sobre la que le dice a Krista Fleischmann (para gozo, ja, de los variados escritorzuelos de hoy, de ayer y de siempre) que él no escribe para zoquetes a los que haya que servir todo en bandeja; que describir la naturaleza es de todas formas absurdo, porque todo el mundo la conoce; que hay que omitir por completo las cosas que todo el mundo sabe, que sólo estorban, carecen de interés, que todo lo exterior se conoce, que lo que nadie ve es lo que tiene sentido escribir. Y asiento. Por su Corrección también se quedan pequeños ahora. En Corrección, digo yo para mí, ese principio poético, ese pilar creativo que expone algo airado, lo lleva a la práctica con una fidelidad apabullante. Es como si entráramos, en Corrección, en la cabeza del narrador, como si entráramos de verdad, como si estuviera ese flujo mental, ese aluvión de ideas, sucediendo en nuestro propio cerebro (ni Joyce, y que me perdonen, ay, los joycianos). Véase, léase, si no, la deriva (ejercicio clave) del narrador observando a Höller desde la buhardilla al final de la primera parte; véase, léase, la deriva de Roithamer, próximo el final del libro. No describe nada Bernhard, actúa. No hay estribos ni descanso en esa forma de narrar, de crear, única, inimitable, estoy seguro, al parecer. Es forma en grado superlativo, qué más da que nos esté contando, entreverando, una desgraciada historia familiar o su quimérico proyecto cónico. Corrección es forma en grado superlativo. La idea es la obra, la idea monstruosa y aniquiladora es el libro que estamos leyendo. Sismográficamente. Y eso es lo que la hace grande, muy grande, exageradamente grande, según creo. Vale.
Leí hace mucho a Bernhard. Leí su Sobrino de Wittgenstein, hace mucho. Y me esfuerzo y rebusco alguna sensación, alguna idea que me confirme las que se suceden ahora. Nada. No sé. Leí también sus poemas, de los que renegó, ay, él, airado. Me lo perdí entonces, al parecer. Pasé entonces de largo por la metrópoli, sí. Pero qué más da. Ya estoy en ella.

lunes, 20 de octubre de 2008

Sokurov


Esta mañana he visto Taurus, de Aleksandr Sokurov, y estoy todavía, a estas horas, bajo los efectos de la impresión que me ha causado, rumiándola estoy aún, sí, con verdadero placer. Merece un comentario, o dos, al parecer, estoy seguro. ¡Qué territorio inexplorado, qué nueva tierra rica y fertil para nuestra tierra! Aunque no tan nueva, pues vi, sí, hace tiempo El arca rusa y me dejó también anonadado. Me espera. Pensaré en ella (en ellas) con más calma... Qué gran cineasta ¡que no ve cine!, al parecer...

viernes, 17 de octubre de 2008

Being Julia


De Istvan Szabó vi hace muchos años su Coronel Redl, premiada en Cannes en 1984. Recuerdo muy vagamente la película, la verdad, pero sí se ha mantenido al parecer todo este tiempo la sensación de agrado que me produjo y la estupenda impresión que me causó Klaus Maria Brandauer en el papel principal. Al parecer se trataba de una historia sólida, al parecer teníamos una gran interpretación de su actor principal. Nada que objetar, entonces. Cine y sólo cine, sin más y sin menos, narración, actuación, simbolismo también al parecer, según algunos críticos, aunque se me escape ahora cómo puede interpretarse, la verdad. Tras ver ahora Being Julia he recordado, claro está, esa antigua película de Szabó y he podido confirmar esa misma agradable sensación que acompaña el recuerdo de aquélla. Pero, ay, nada más he podido añadirle, lo cual ha dado paso, ahora, a cierta decepción, la verdad. Y "lo cierto" es que Michel Gambom, Annette Bening, están irreprochables. Pelín pasada Bening. Jeremy Iron, como casi siempre, hasta cuando tiene que lidiar con dragones u otros reptiles, magnífico, hay que admitirlo (¡cómo seduce su forma de andar!). La ambientación es excelente, la historia bien construida como, al parecer, aquella de Redl. Incluso plantea, he ahí tal vez el simbolismo, de manera central en mi opinión, y trascendiendo la anécdota de que sea precisamente una historia de actores, de teatro (una gran estrella ella, ¿la Lambert, la Bening?) cierta cuestión de calado existencial: dónde acaba la ficción y dónde la realidad o viceversa, cuándo soy yo y cuándo no, cuando actúo o cuando soy yo (al parecer) de verdad, fuera o dentro, etc. Y algún número musical hay de mérito. Pero, pero, pero... la historia es previsible imperdonablemente en su desenlace, la relación que se establece entre la madura y el jovencito tópica, la "liberalidad" de la pareja Lambert-Gosselyn deja bastante frío, el gay "pone", claro, una nota exótica y algo espurea que no inquieta a nadie (lo cual, por otra parte, tampoco tiene por qué hacerlo, dicho sea de paso). Y todos, todos son en el fondo muy, muy buenos, casi angelicales al parecer, hasta la actriz mala, hasta la malvada Julia se muestra angelical en su "terrible" venganza, hasta el maitre es adorable. La cámara correcta, sí, claro, pero esto es me parece lo menos que se puede decir de un director de cine. Para películas "sobre" teatro, pensé, debe verse inexcusablemente Vania en la calle 42 del gran Louis Malle, la última, ay, que rodó. Bueno, ésa y las de Olivier o Branagh, las primeras, claro (aunque en cierto otro sentido, la verdad). El Niño de Macon, por supuesto, inexcusablemente, para eso de la realidad y la ficción, etc. Y para mise en scene británica, británica, me quedo, desde luego, con las películas de James Ivory. Ah, Lo que queda del día, Retorno a Howard End (Hopkins debe acabar ya cuanto antes con Lecter), ah, Una habitación con vistas... También pensé que con la novela de Maugham en que está basada Being Julia yo, nada de dudas, disfrutaría más, no sé. Pensé también que, como toda obra artística debe, el cine, sí, debe no limitarse a ponernos ante los ojos una historia ya conocida, debe descubrirnos, claro está, al parecer, lo entrevisto apenas, lo que tal vez no sospechamos. Muy bonita, sí, y conmovedora, sí, la Lambert "siendo" ella misma (como todos deseamos, por otra parte). Pero poco más, ya digo. Y a propósito del"siendo", aunque no es una cuestión fílmica, ni sea responsable el director, me decepciona también la adaptación del título, mucho mejor este "siendo", que el "conociendo" de su adaptación, no sé, una sensación ya, por otra parte, casi asumida ya como natural, dados los innumerables ejemplos de la ineptitud rotuladora de por aquí. En fin, digo esto, pudiera ser, porque noté cierto entusiasmo a mi alrededor que no comprendía. En fin, algo falla en la tierra Szabó, al parecer...

lunes, 13 de octubre de 2008

Mas alla de la pintura. Max Ernst


Max Ernst. Más allá de la pintura se llama la exposición de ahora en el Museo Picasso Málaga, un título que puede leerse como la intención del autor de trascender la pintura y no es el caso. Rimbombante, pues, para lo que ofrece. Viene a significar en realidad que no es pintura propiamente lo que ofrece esta muestra, nada más (y nada menos, oye). Grabados y collage y dibujos, sobre todo. Dos cuadros de verdadero interés: Versatilidad, Las reglas del juego. Una escultura apabullante, Gran Hermano. Lo demás, carboncillos, serigrafias, frottage, algunos bastante imaginativos. Pero decepciona en cierto modo. Hay un libro, eso sí, ilustrado con reproducciones genuinas del lenguaje hermético y jeroglífico, que es una maravilla. Poco más, ya digo. Una muestra, eso sí también, de la imaginación surrealista, atemperada, demasiado asida a la tierra, a la superficie terrestre, para lo que se podría esperar... De todas formas, algo que sí, sí, me ha impresionado es cómo se suelta la mano del artista en la madurez, a partir de los años 50. Es muy elocuente para el proceso de cualquier creador. La madurez, divino tesoro...

domingo, 12 de octubre de 2008

Hola, hola


Bueno, amiguitos (como diría un amiguito mío), ya estoy aquí, pero la verdad es que no se qué hago aquí, qué hago ahora, qué haré en adelante, qué haré aquí. En fin, ya está hecho, esto, sí, algo he hecho, ¿no?, sí. Y me iré enterando de cómo funciona este artefacto, sí. Eso primero. Y luego, ay, luego, gritar, vociferar , a estos millones y millones y miles de millones de partículas algo elementales que andan detrás de la pantalla, delante de ella, con la pantalla a veces. Pero, ¿el qué? ¿de qué? ¿sobre qué? ¿Política, educación, gimnasia rítmica, mutaciones hereditarias, coladas domésticas, babosas, glicinias? No sé, la verdad ¿flujos de conciencia, arte, crisis, ongs? Bueno, quizás de libros, sí, eso, de libros, sí, ay, de libros, eso es de lo que más entiendo, lo que me gusta más, desde luego, por cierto, pero, ay, ¿otra vez otro hablando de libros? Bueno, comprenderán, seguro, digo yo para mí, que teniendo esta pinta que se ve al lado... Bueno, ya veré ya pensaré, ya irá saliendo algo, digo yo para mí...