jueves, 31 de diciembre de 2009

En memoria de Iván Zulueta (gran pérdida)

Por una cultura al alcance de todos en este inminente 2010

INMANUEL

-Qué es esto?- exclamó el productor tras echar una ojeada a la primera página del guión-. ¿Está de pie y piensa? ¿Y por qué es de noche?
-Piensa, porque así empieza todo. Y tiene que ser de noche, porque él debe ver las estrellas. En el libro lo pone claramente: "El cielo estrellado sobre mi cabeza y la ley moral en el fondo de mi corazón."
Se trataba de una adaptación cinematográfica de la Crítica de la razón pura de Immanuel Kant.
-¡Está de pie! Pero si en una película tiene que haber movimiento, ¿es usted un principiante o qué? Que camine, al menos, o mejor que corra, sin aliento, porque tal vez alguien le persigue. Eso da dinamismo y despierta el interés del espectador. Puede ser de noche, si quiere.
-Pero si corre no piensa, porque no tiene tiempo.
El productor se sumió en sus pensamientos, como Kant hiciera en otro tiempo.
-Ya lo sé. Cambiaremos la situación. Kant está de pie en la barra de un bar, sin afeitar, porque tiene problemas. A ver, a ver. ¿Por qué lleva esa peluca? ¿Era calvo o qué?
-Es una película de época, histórica.
-¿Se ha vuelto loco? ¿Quiere hacer Los tres mosqueteros o qué? Lo trasladaremos a los tiempos modernos. Noche, un bar, varios tipos alrededor, ¿comprende? La vida misma.
-Pero, ¿y qué pasa con las estrellas?
-Muy sencillo. En el bar hay un televisor, precisamente dan La guerra de las galaxias. Kant lo está mirando, o sea que ve las estrellas.
-¿Y la ley?
-¿Qué ley?
-"La ley moral en el fondo de mi corazón". Lo escribió claramente.
-No hay problema. el Sheriff entra en el bar y Kant tiene miedo porque no tiene la conciencia limpia. Lo mejor será la droga.
Hojeó unas cuantas páginas del guión
-¿"Imperativo categórico"? ¿Qué es eso? ¿Algo relacionado con el imperialismo? No estaría mal.
-No lo sé, pero me parece que se refiere a que se está obligado a hacer algo.
-Claro que se está obligado a hacer algo. A cambiar este guión. Aquí Kant dice: "Éste es mi imperativo categórico", inmediatamente después de haberle dicho que no se casará con ella. Esto no puede ser, es muy flojo.
-¿Por qué muy flojo? Pero si ella le dispara.
-Pero el sexo normal ya no interesa a nadie. Kant tiene que ser al menos bisexual. Le añadiremos un sobrino.
-¿Por qué un sobrino?
-Porque será menor de edad. Kant es su tío y de paso tendremos también incesto. Ahora todo cuadra: el sobrino es drogadicto, Kant le proporciona la droga y por eso tiene miedo del Sheriff.

Terminamos la película en dos semanas. Se llamaba Mi nombre es la existencia, porque desde el principio se trataba de una película intelectual, por eso nos basamos en Kant. Pero a pesar de ello tuvimos un gran éxito de público. La popularización de la cultura empieza a salir a cuenta.

(En El Árbol, de Slawomir Mrozek, Ed. Acantilado)

viernes, 25 de diciembre de 2009

Muy pronto

Estas Poéticas capitales de Francisco Javier Torres constituyen una contundente y muy personal aproximación a las más importantes poéticas del pasado siglo en Málaga sobre todo. Un lugar fundamental en el libro lo ocupa el trabajo dedicado a las poéticas de los años 60 y 70, en el cual se desarrolla un estimulante estudio de los autores más destacados de esos años (Alfonso Canales, Rafael Pérez Estrada, Rafael Ballesteros o José Infante), para finalizar atendiendo a las más novedosas formas de escritura poética que se iniciaron por entonces. Un estudio de las poéticas fundacionales de estos autores, pues, que no provocará indiferencia en cualquier caso, pero también un muy interesante repaso al ambiente cultural de esos años que resultaron claves sin duda para definir nuestra sensibilidad actual. Se incluyen previamente varios trabajos sobre José Antonio Muñoz Rojas que son producto de la lectura atenta que de sus libros ha venido realizando a lo largo de los años. Tres estudios más sobre autores procedentes del espacio exterior y no atendidos tal vez como se debiera (Rafael Juárez, Carlos Alcorta e Ives Bonnefoy) sirven de contrapunto a lo anteriormente tratado.

sábado, 19 de diciembre de 2009

El pensamiento cautivo

Uno de los libros más estremecedores que he leído en toda mi vida es precisamente el de Czeslaw Milosz titulado del mismo modo que esta entrada, publicado por la editorial Tusquet en 1981 y del que ignoro si existe reedición. A lo largo de sus casi trescientas páginas de apretada letra, publicadas originalmente ¡en 1953!, el escritor polaco, poeta sobre todo y narrador tambien, premio Nobel en 1980, lleva a cabo en El pensamiento cautivo una intensísima prospección en el horror que supuso la aniquilación metódica de toda conciencia humana, de toda crítica al sistema por minúscula que fuera, más allá de cualquier límite imaginable en los años en que vivió bajo la dictadura proletaria en su país, hasta que en 1951, siendo agregado cultural en Whashington, tuvo el suficiente valor para desvincularse del monstruoso engendro al que él mismo estuvo a punto de sucumbir y que algo más tardó en descubrir en toda su crudeza el resto de nuestro asteroide. No son sólo las condiciones de vida más o menos rigurosas de los alienados de una sociedad en la que "el acto de acusar al prójimo era la única manera de defenderse uno", lo que nos da escalofríos, sino el inusitado poder de persuasión, convicción y neutralización mental de la clase intelectual sobre todo que exhibía el sistema con su diabólico engranaje ideológico, prefigurado, como ya sabemos, en la obra kafkiana muchísimo mejor que en cualquier otra parte; el poder observar también cómo se comporta el espíritu humano en situaciones extraordinarias y comprenderlo, con todas sus implicaciones históricas, lo que podría constituir muy bien el humanísimo objetivo de este libro.
Al respecto de las implicaciones históricas no me resisto a copiar un párrafo extraído del libro Decadencia y caída del Imperio Romano, de Edward Gibbon, citado aquí por el propio Milosz:

La devoción del poeta o el filósofo puede estar secretamente alimentada por la plegaria, la meditación y el estudio; pero el ejercicio del culto público parece ser el único fundamento sólido de los sentimientos religiosos del pueblo, cuya fuerza procede del hábito y la imitación. La interrupción de ese ejercicio público puede consumar, en un lapso de pocos años, la considerable obra de una revolución nacional. El recuerdo de opiniones teológicas no puede conservarse mucho tiempo sin la ayuda de artificial sacerdotes, templos y libros. El vulgo ignorante, cuya mente se encuentra agitada por ciegas esperanzas y por terrores supersticiosos, pronto se dejará persuadir por sus superiores para que oriente sus plegarias hacia las divinidades reinantes en la época; e imperceptiblemente se impregnará de ardiente celo en apoyo y para la propagación de la nueva doctrina, que el hambre espiritual le obligó a aceptar al principio.

Pero junto a esta cuestión, digamos, de propaganda, se quiera o no, lógicamente a la inversa, que no es desde luego baladí, se nos dispone en paralelo el minucioso análisis introspectivo de la propia conciencia del autor tratando de explicar, no de justificar, desde luego que no, cómo puede llegarse (y se puede, he ahí el horror) a semejante enajenación de toda realidad para hacerla congeniar con el espíritu de libertad que se cree estar ejercitando. Un portentoso ejercicio de lucidez extrema sin lugar a dudas, que unido al profundo dolor que nos transmite cuando deja entrever, sin sentimentalismos, lo que supone verse uno extirpados a lo vivo la propia lengua y los lugares que habita, hace que, como digo, el libro resulte hipnóticamente sobrecogedor sin tregua casi alguna a lo largo de cada una de sus páginas. Y un aviso para navegantes también desde luego de primera magnitud que conserva además ahora mismo, para el que quiera verlo, toda su vigencia

Y recuerdo, ahora que me he puesto, otro libro también absolutamente sobrecogedor, quizás bastante más brutal, mucho más enfurecido que este de Milosz, sobre la conservación de la lucidez, lo único que tal vez puede salvarnos, en situaciones extremas: Más allá de la culpa y la expiación, de Jean Emerich, donde se nos habla de lo que supuso la existencia intelectual, si la hubo, en un campo de exterminio nazi. Y otro, El cero y el infinito, de Arthur Koestler... El horror, el horror, como diría el Kurtz conradiano, el horror existe y puede que nos alcance. Exorcizémoslo con la mejor literatura .

martes, 15 de diciembre de 2009

Liverpool, de Lisandro Alonso (y chapter III) (aunque menos Alonso ya)

Hugo y yo cruzamos todavía algún correo más aunque ya menos centrado en el cineasta argentino (nada que ver, pues, con nuestro archiconocido bicampeón mundial de Fórmula 1). Algo de cine japonés apareció, fíjate tú, bien apreciado por ambos, y unas gotitas además de buena literatura aparecieron también. Después de ellas me sumí en la lectura del Gaddis referido. Y aún lo estoy, y lo estaré un rato. Y lo comentaré con Hugo, claro está, cuando lo culmine (sí, culmine, es una escalada seria, una cumbre de proporciones gigantescas en todos los sentidos este libro que estoy leyendo, a lo largo, a lo ancho y a lo hondo). Discúlpenme, pues, si no aparezco por aquí mientras tanto todo lo que deseara.

El chapter III (y último, sí, y breve, qué pasa, no esperarán que estemos destripando esta película toda la vida ¿verdad?):

¡¡Claro!!! Erice, cómo se me pudo olvidar Erice. Y José Luis Guerín, qué olvido imperdonable también. Ves, ya sabía yo que algo de eso me ocurría con las prisas. Bueno, reparada queda la infamia (je, je), te agradezco el apunte. Y ya en el exterior, desde luego Kitano, todo, espléndido, me fascinó desde que vi hace bastantes años su Hana-bi Luego ya casi todo lo que he podido, Sonatine, Brothers, Zatoichi, El verano de Kikujiro. A mí me encandiló Kitano, vaya que sí. Y hay otro japonés por ahí, que si no conoces, te recomiendo fervientemente, Kiyoshi Kurosawa (nada que ver con el maestro, pero otro maestro, sin duda), Yo he visto Cure y Retribution. Y tengo por ahí todavía pendiente Kairo. Verdaderamente espléndido, único, tanto estética como narrativamente (aquí sí hay, sí, una buena historia, tremenda, sorprendente, onírica, fantasmal).
Y qué curioso, también yo estuve mirando cositas de Lowry hace unos días, de su espléndida Bajo el volcán. Oye, pues que me está gustando esta conversacioncita. Tiene su aquél. Me gustaría ponerla en mi blog. ¿Te importa?
Abrazos y que disfrutes. Nos vemos a la vuelta, claro que sí.
Paco


Parece que Takeshi, después de su "takeshis" ha estrenado "glory to the filmmaker", la segunda película sobre la condición del creador "confundido"; hay una tercera parte todavía no estrenada. es lo de Fellini ocho y medio pero a tres bandas. tengo la primera, que todavía no vi, y espero ver pronto la segunda (posiblemente lo haré en Bs. As.). el japonés está lanzado. a ver si después vuelve a sus maravillosas pelis sobre yakuzas (hay una primera trilogía de este tipo, magnífica).
en fin, que antes de partir a la primera patria debo concluir un trabajo sobre "límites y condiciones de la experiencia" (¡toma ya!) pare leer en unas próximas jornadas el día 20 de este mes (justo el día que luego parto).
respecto a Lowry, te recomiendo que te consigas (será vía Iberlibro, si puedes) una biografía señera sobre el muchacho, es de un tal Douglas Day y está editada en México (creo). Buena de verdad. En estos tiempos de escritores chorras, superficiales y charlatanes, vale la pena descubrir a un creador verdadero.
si le echas mano a Gaddis, coméntamelo (otro grande).
en fin, que parto.
con nuestro mails puedes hacer lo que te parezca, que me parecerá bien.
un abrazo.
sp.s.: si me escribes, intentaré contestarte desde el otro lado del charco.
Hugo


Por cierto, después de mi diatriba contra el cine español pude ver La leyenda del tiempo, de Isaki Lacuesta y me ha hecho suavizar mis posiciones. Si tienen la oportunidad no dejen de verla, es una joya de verdad, sin duda alguna.

viernes, 11 de diciembre de 2009

Vetusta Morla

Hacía tiempo que no me entusiasmaba tanto con un grupo, con esta canción en particular, pero con todo su disco al completo, único hasta ahora que ha publicado Vetusta Morla. Desde que me encandiló La dama se esconde, y ya hace de eso, no me había pasado nada igual. Llevo no sé cuantos días escuchándolo y no me canso. Pop-rock del bueno, muy bueno, sin lugar a dudas. Escúchenla, escuchen sus guitarras, su letra sobre todo, intimista, poética, arrebatadora, definitiva...




Bueno, y con la guitarrita de Vini Reylli también me he entusiasmado hace poco, aunque esto ya no sé lo que es, flamenco-tecno-pop tal vez, pero qué importa, delicioso en cualquier caso. Ah, bendito Spotify...