jueves, 28 de abril de 2011

Camino a casa

Un bernhardiano convicto me acaba de enviar este delicioso vídeo. Vamos nosotros en él camino a casa. Ese sostenido plano subjetivo nos convierte en Bernhard durante 4 minutos y 29 segundos. El camino que veía Bernhard de vuelta casa es ahora el nuestro. Vamos camino a casa en este día atormentado y fantasmagórico. Vamos oyendo lo que no hemos oído nunca, lo que no hemos sentido nunca. Vamos pensando, gloriosamente, lo que no hemos pensado nunca... Hacia nuestra casa vamos, a protegernos...

martes, 19 de abril de 2011

La primavera

Hace ya días que llegó la primavera, sí, pero más le quedan aún. Podemos poner todavía en cada uno de ellos esta bellísima canción de María del Mar Bonet (en especial en esos en los que estamos un poco tristes sin saber muy bien por qué, en ellos es aconsejable repetir, nos los alegrará todos sin duda).

martes, 5 de abril de 2011

Misterios de Lisboa


Vayan a ver Misterios de Lisboa. Vayan a ver Misterios de Lisboa. Vayan a ver Misterios de Lisboa. Vayan a ver Misterios de Lisboa. Vayan a ver Misterios de Lisboa. Vayan a ver Misterios de Lisboa. Vayan a ver Misterios de Lisboa. Vayan a ver Misterios de Lisboa. Vayan a ver Misterios de Lisboa. Vayan a ver Misterios de Lisboa. Vayan, no se la pierdan por lo que más quieran. Pero, ojo, vayan preparados, eso sí, que dura la cosa cuatro horas y media. Lo repito, por última vez, vayan a ver Misterios de Lisboa y sean felices un buen rato...

domingo, 3 de abril de 2011

IntroverS.O.S en La invisible

Pude asistir ayer por pura casualidad a IntroverS.O.S., el happening con el cual La Casa Invisible de Málaga celebraba, según entendí, su aniversario. Por pura casualidad porque no había entradas cuando llegué, a pesar de lo cual pude agenciarme in extremis unas reservas que alguien no recogió. Por pura casualidad también porque no entraba en mis planes de ayer ese evento, desde luego, al que me dejé llevar, no sin cierto escepticismo, por unos amigos, uno de los cuales intervenía en el espectáculo.
Como saben, La Casa Invisible, La Invisible, como se denomina ahora, es un espacio de agitación social y cultural, de creación de cultura alternativa y libertaria donde se programan actividades de toda índole, musical, plástica, literaria, tecnológica, ecológica, etc., etc. Ayer aunaron todos esas líneas de actuación en un sólo espectáculo que resultó (me resultó) de veras memorable. Empezando porque la programación de este tipo de montajes es (creo, al menos aquí cerquita) impensable dentro del circuito habitual y normalizado a través del cual se nos facilita el acceso a las propuestas que "debemos" consumir. Pasando luego, por supuesto, por la radical y solidísima propuesta escénica que el colectivo ensambló y que intuyo del todo imposible de no ser por su reconfortante y absoluto desinterés económico , determinado "tan solo" por la creación artística y el ensayo con total desinhibición de formatos que posibiliten la "desprogramación" de ese circuito habitual del que disfrutamos urbi et orbi. No es poco.
El happeninhg-performance duró casi dos horas y media. Cuando se cerraron las puertas y estábamos ya reunidos los cien asistentes en la sala de conciertos de la casa, comenzaron unos hieráticos y siniestros chambelanes a formar grupos de gente de forma indiscriminada. Esos grupos se dedicarían cada uno por su lado poco después a recorrer las estancias de la casa en cada una de las cuales se representaba algo. Un una de ellas se bailaba un desgarrado tango, en otra se desarrollaba una danza macabra con Lucifer como primer bailarín; en otra sonaba una inquietante melodía sin fin interpretada por alguien conectado por innumerables hilos a la toma de la corriente, justo al lado de otra en la que unas señoritas hacían recuento a voz en grito de sus aspiraciones vitales (quiero ser domadora de delfines, quiero ser alcachofa, quiero ser zanahoria profesional, quiero ser estrella del pop, tortuga, cajera automática, domadora de leones…, repetían obsesivamente entre espasmos…). En otra estancia de las que recorrimos nos esperaba un maniquí de cuyo cerebro emergía una tráquea conectada al pequeño televisor que contemplaba “impasible”, y al cual supuestamente daba la señal de un noticiario cuyas imágenes pasaban a gran velocidad. Ahí mismo se proyectaba también un vídeo en el cual la nitidez de un hermoso rostro iba y venía descomponiéndose y difuminándose entre extrañas formas y colores. Algo más adelante, un grupo de hermosas actrices (sí, eran muy atractivas, por qué no decirlo) gritaba alocadamente y animaba al grupo a unirse al alegre desenfreno, para después caer en una especie de largo autismo del que salieron para increpar y expulsar agresivamente a la audiencia que hasta entonces las contemplaba desconcertado (supongo yo, no sé).

Tal vez hubiera alguien que pensara en el pasaje del terror, esa atracción de feria de tanto éxito, porque también la atmósfera que nos envolvía era desasosegante y neblinosa, con una iluminación como de casa del terror, en efecto, donde no faltaban ruidos inquietantes y gritos estremecedores. Pero sucedió algo más que algún que otro sobresalto sin duda.

Por lo pronto, lo que yo creo más valioso es que lograron dotar a las representaciones de una textura emocional muy eficaz premiada a menudo con la participación del espectador en el juego propuesto. A menudo también lograban transportarnos desde el desconcierto y la angustia ocasional a la alegría más desenfrenada. Sugerían emociones y las experimentábamos, por ello se convirtió el espectáculo en algo bastante físico, contactos con los actores incluidos. Era algo más que una o varias historias lo que se representaba ahí.

Para mí hubo otras dos situaciones en las que demostró el grupo verdadero ingenio, creatividad y capacidad de turbación. Una de ellas ocurrió cuando nos indicaron los guías que fuésemos bajando por una escalera algo estrecha en cuyo hueco abajo del todo había instalada una pantalla que proyectaba con un color irreal los tramos de la misma escalera (no lo supimos al principio) que íbamos bajando. Asomados al pasamanos, podíamos distinguir en la pantalla unos primeros tramos de escalera nítidos que descendían también hasta casi el infinito, hasta casi un punto central indistinguible. Todos estaban también llenos de gente. Como estaban los nuestros, los que íbamos bajando en la realidad. Cuando el público se percató de que eran ellos mismos los que estaban siendo grabados y proyectados in real time se inició una curiosa búsqueda personal (ahí, ahí, te veo, etc., decían algunos).

Poco después, nos concentraron en un sórdido patio lleno de vetustos electrodomésticos en torno a un igualmente vetusto sillón vacío. Un buen rato estuvimos ahí. Expectantes, esperando todos a que ocurriera algo. Pero nada ocurría. ¿Esto qué quiere decir, qué representa esto? o ¿nos están tomando el pelo?, llegó a preguntarse alguien mientras ya nos indicaba el mayordomo que abandonáramos el espacio…

Y algo cansados (la duración quizás fue excesiva) llegamos de nuevo todos a la sala de conciertos. Ahí se desarrolló el último acto. Música, gritos, bailes y abrazos con todos los actores saltando en medio y atrayendo a todos a su fiesta. Sin solución de continuidad, se intensificó la iluminación y empezó a correr la cerveza. Esa fue la señal de que había concluido el espectáculo. O que ahora empezaba de verdad, no sé, porque cuando yo salí del recinto parecían todos muy contentos, un poquito más felices, diríase, en animada charla, todos contoneándose entregados a la música festiva que sonaba insistente… Sí, tal vez me perdí el verdadero espectáctulo...