miércoles, 4 de noviembre de 2009

La lucidez de Ayala

Uf, casi se está convirtiendo este no-lugar en panteón, en necrópolis, en una, insignificante, en cualquier caso, enciclopedia de los muertos (qué más quisiera yo que rozar siquiera a nuestro admirado Danilo Kis). Pero aun a riesgo de ello, no me resisto a dejar mi pequeño homenaje a Francisco Ayala, el hasta hoy mismo decano de los escritores del reino y más allá. Y no está mal, no, reflexionar al respecto de lo que dice aquí haciendo eco a la propuesta de una posible relación entre Galdós y Kafka. Un Kafka garbanzero, un Galdós kafkiano. Ummm, sugerente...

"Una ojeada panorámica a la producción galdosiana nos persuadirá de que, en efecto, la realidad es a sus ojos algo más de lo que los ojos mismos pueden ver, y aun de que en ese plus está para él lo esencial. Quienes a partir del 98 menospreciaron a nuestro escritor acusándolo de vulgaridad y mofándose de su espíritu a ras de tierra, o quienes hoy todavía aceptan sin revisarlo semejante juicio, encontrarán ocasión de sorpresa, quizás de escándalo, en el hecho de que un crítico como Ricardo Gullón, haya comparado cierta novela de Galdós, Miau, con una obra tan nada realista como El castillo, de Kafka. El estudio de Gullón -quien por lo demás no ha sido el primero en juntar y parear a ambos escritores, antípodas, al parecer, de la invención lieraria-, resulta, sin embargo, no arbitrario, no arriesgado, sino muy serio, fundado y convincente. La significación metafísica, que en la obra de Kafka es por demás obvia, inequívoca, se encontraba incorporada en la novela de Galdós con trazo y desarrollo igualmente seguro en el fondo; pero, en cambio, bajo las formas ambiguas a que sólo el gran poeta alcanza, y por cuya virtud su palabra se dirige a los espíritus refinados, como Kafka lo hace, sin dejar por eso de hablar a los simples, quienes también tienen su alma en su almario y su manera de entender la vida.
Si en el concepto de un realista tan caracterizado como Galdós la realidad no se reduce a aquella objetividad que nos garantizan los datos controlados de la experiencia sensible, o sea, la "realidad de la naturaleza" (o, con tautología, la realidad de las cosas), sino que acepta también la realidad del alma, la invención, la fantasía, la máscara grotesca, etc.; en suma, la totalidad de la experiencia humana sin excluir, ni mucho menos, la de los sueños, sobre la cual vendría luego el surrealisme a apoyarse, tendremos que llegar a la conclusión de que nos falta base firme para distinguir entre la realidad y lo que no lo sea, y, por tanto, para marcar los contornos de un supuesto arte realista."

Lo de Kafka y Galdós quizás no parezca, en efecto, he ahí la gracia y el motivo para nuestra reflexión, tan obvio como nos pueda parecer la duda en torno a la realidad real, etc. Pero hoy nos lo parece, cuando está ya más que asumida esa cuestión de lo resbaladizo del concepto. Tal vez no lo fuera tanto en 1958 cuando lo escribió el maestro, tal vez no, sí, tal vez no...

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