sábado, 7 de noviembre de 2009

Bajo este sol tremendo

Si, como parece, la narrativa actual, aunque menos ya, tiene una de sus señas de identidad en hacer que el personaje, los personajes actúen y se descubran y evolucionen en su papel al margen de más o menos omniscientes descripciones más o menos detalladas, más o menos sicológicas, físicas, situacionales, etc., etc., yo creo que Bajo este sol tremendo, el libro del argentino Carlos Busqued, podría muy bien usarse entonces como su ejemplo paradigmático. Sugerir, entonces, más que acotar, sustraer paradójicamente en un género que tal vez se haya caracterizado a menudo por lo contrario, solapar, difuminar si se quiere, los caracteres y acontecimientos, en cierto modo, serían algunas de las claves de su propuesta, las mismas, por cierto, no está de más recordarlo, con que la poesía lleva trabajando desde hace tanto (y sin intentar con esto que digo establecer prelación, ascendencia o descendencia alguna, sólo señalar el planteamiento que pudiera desarrollarse ahora por esta razón en ambos lados, hacerse común). Desde luego, este procedimiento, este propósito de aposentar sin más a esos personajes en el asfixiante escenario escogido para la novela (no de demostrarnos, no de convencernos de nada que a ellos, o al propio autor, dicho sea de paso, concierna) está usado aquí con una voluntad, una fruición y, sobre todo, con una eficacia poco o nada comunes. Así, no sólo puede que no nos enteremos de por qué actúa Cetarti del modo absolutamente indolente en que lo hace, de si aprecia, por ejemplo, a su progenitora, o admira tal vez a su hermano, ambos familiares muertos no se sabe muy bien cómo o por qué; de que tampoco nos hagamos una idea cierta al respecto de si Duarte es de veras un desalmado peligroso o un matoncillo del tres al cuarto; de si Danielito distingue o no la realidad en la que se encuentra de los recurrentes sueños que le atormentan (o no), de si el histerismo de su madre lo provoca él mismo o la hostilidad de la existencia, así, en general. Nada de eso se nos resuelve. Incluso respecto al personaje de Danielito, de segunda fila en la narración, se permite el autor jugar gozosamente con nuestras expectativas cuando después de haber ensayado nosotros, inocentes lectores, una posible apariencia física suya, en una frase, al final, como de paso, nos lo muestra de reojo en su apariencia real y lo atrapamos y nos la aplasta el autor. Sin contemplaciones. Y sin opciones, desde luego, para pensar que hemos caído en la trampita preparada por un profesional del ramo, tipo Claudel o similar, puesto que no nos resuelve nada tampoco.
Aquí, pues, sólo hay una jungla poblada por una fauna monstruosa a la que todos los personajes pertenecen sin ser ni una cosa ni otra, ni mejores ni peores. Respirando sólo tal vez, y no muy bien. Una jungla por la que se pasean delante de nosotros, o, mejor, junto a nosotros, cucarachas gigantes, escarabajos venenosos, escorpiones gigantes (del telúrico), peces prehistóricos haciendo compañía a los humanos, elefantes asesinos, cebús enloquecidos, dogos enloquecidos también, serpientes gigantescas, insectos de todo pelaje muertos, resecos y amontonados. Y vemos obsesivamente pasar una y otra vez por esta ciénaga la sombra de la estrella indiscutible de la creación, al Architeutis dux, al calamar gigante que habita amenazadoramente en los abismos oceánicos, mientras alguno de los personajes, en la superficie, monta maquetas de aviones, fuma marihuana hasta la extenuación o alimenta o seda, según el caso, al secuestrado de la habitación contigua. Mientras se comenta con detalle alguna peli de porno duro o resuenan de fondo, en el televisor siempre encendido, las narraciones de Animals Planet, Discovery Channel o, en algún canal católico, se cuenta la historia de un cura italiano que tenía estigmas y hacía predicciones apocalípticas… Comprenderán que no se respire en este ambiente con facilidad…
Y entonces, se preguntará algún discapacitado que todavía no se ha dado cuenta, qué es lo que quiere contarnos el autor (con la aridez lingüística del mejor McCarthy o el más asombroso desapego carvertiano o con la ironía y desvergüenza de unos hermanos Cohen en estado de gracia), pues que este mundo es una mierda, dicho de una vez y claramente. Absténganse pues de esta lectura todos aquellos delicados espíritus que aún queden por ahí pensado quizás lo contrario.

Por cierto, este libro fue finalista del Premio Herralde de narrativa del año pasado. Buen tino dicen que tiene este certamen. Y tengo que corroborarlo, tras la lectura de este espléndido libro de Busqued. Y a la vista también de que ese mismo galardón lo ha obtenido este año mi amigo Juan Francisco Ferré con su novela Providence, que no me anticipó en lo más mínimo, dicho sea de paso, el muy canalla, y que tendré que comprar, qué remedio…

4 comentarios:

J. A. Montano dijo...

¡Con los cuchillos afilados estamos esperando el libro de Ferré! ¡Con los cuchillos afilados! :-)

(Aunque creo que me leeré antes el de Gutiérrez Aragón, que tiene pinta de ser un novelón... como esos que ganan el Planeta.)

Francisco Javier Torres dijo...

Así es, je, je, ya ves, yo calentándome estoy, velando mis armas, sacando brillo a la cimitarra...

Juan Francisco Ferré dijo...

Bueno, bueno, amigo Paco, aparezco sin avisar sólo para corregir un detalle de su interesante crítica del libro de Busqued: éste no quedó finalista del Herralde 2009. El Finalista fue Iván Thays y el ganador Daniel Sada. Una cosa es llegar a la final, como Busqued y otros dos escritores más el año pasado, y otra ser el Finalista...

En cuanto a los cuchillos, no pensaba que tanto Montano como usted tuvieran vocación de matarifes. Cómo está el patio, miedo da sacar la patita a la calle con tanto bravucón y tanto navajero...

Francisco Javier Torres dijo...

Aprecio su observación, mi admirado Ferré, pero conozco los datos. Teniendo el libro entre las manos, no pensaría usted que se me pasó ese detalle. Pasó el corte, venía yo a decir, se seleccionó de entre todos los presentados. Quisquilloso lo veo yo a usted con su galardón. No debe preocuparse en cualquier caso, pues no es lo mismo finalista que Finalista. Aclaro. (je, je).

Y no tema, por otro lado, los navajazos son todos de boquilla, de boquilla, ya nos conoce a usted. Lo leeremos con sumo interés interpreto yo que se viene a decir aquí igualmente.

Bueno, basta de hermenéuticas. Un placer, cómo no, tenerle a usted por este saloncito.

El libro de Busqued es muy bueno, ¿llegaste a leerlo?