viernes, 27 de noviembre de 2009

Apocalípticos e integrados

Podríamos calificar al Palahniuk de Rant de apocalíptico si nos quedamos con su trama únicamente, a través de la cual se nos muestra un mundo infectado a conciencia, desde hace mucho, eugenéticamente, por todos los virus imaginables; un mundo dividido, segregado ya no espacialmente, sino temporalmente, donde los diurnos (apolíneos) se oponen a los nocturnos (dionisíacos, que viven de verdad y plenamente su existencia, a pesar de todo). Una distopía (Ballard, pero morigerado) cercana, contemporánea, nuestra casi, en la cual esa segregación "se hizo inevitable", donde "nosotros mentimos, ellos mienten, todos somos unos mentirosos", donde estamos obligados, porque si no no eres nadie, a "re-programarnos" a través de los puertos usb incrustados en nuestros cogotes. Visto así, desde luego que podemos hablar de Palahniuk como de un autor apocalíptico, admonitorio. Pero no creo que sea esa su intención ni mucho menos. No existe intención moral alguna en nuestro autor, quizás todo lo contrario. No teoriza, como pudieran hacerlo los apocalípticos, sobre la decadencia del mundo, de nuestro mundo, sino que, más bien integrado en él, "actúa, produce, emite su mensaje a todos los niveles", como nos advierte Umberto Eco, para constatarlo sin ensayar juicio alguno. Precisamente una de las propuestas ("la propuesta", quizás) más interesantes de la obra está planteada a modo de cuestión irresoluble, y a través de las ondas hertzianas (a todos los niveles), no lo olvidemos: "¿y si la realidad no es más que otra enfermedad?", dice el parco Rant, inmediatamente después de declarar su amor por la contrahecha Echo. Una alucinación provocada por la fiebre provocada por la rabia. Todos estamos rabiosos, pero no lo estamos; todos queremos estar rabiosos porque no lo estamos, bueno, ¿y qué? De todas formas, yo recomiendo tener mucho cuidado desde ahora con los murciélagos. Por si acaso...

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