
Suelo visitar el blog de
crítica y contracrítica de poesía, cuyas textos se atribuye el señor del título de esta entrada y cuya apariencia es la del señor de la imagen que ilustra esta entrada (George Sanders, sí, el inolvidable rufián de
Los contrabandistas de Moonfleet). Aunque lo del anonimato tras el que se parapetan no me resulte cómodo, leo con gusto sus reseñas y noticias porque tienen siempre, a mi modo de ver, un oxigenante tono polémico y agitador que considero desde luego saludable. Reparten leña a los críticos más visibles de los suplementos culturales (Prieto de Paula, García Jambrina, Blesa, etc.), azotan a alguna vaca sagrada (Gimferrer, Colinas, Marzal...), y señalan sin desmayo los apaños de los premios poéticos de nuestro país (Loewe, etc.). Lo del anonimato, insisto, le resta autoridad a este colectivo, que, según indican, es lo que es el señor Addison, pero bueno, así están las cosas en la web 2.0 y no se puede negar, al menos yo no puedo negar, que no les falta olfato poético, no. Moderan los comentarios, eso sí, y prohíben cualquier clase de insulto gratuito o alusión personal injuriosa, que no me parece mal, pues ya sabemos cómo se las gastan algunos anonimillos resentidos en esta
bloggosfalia cuando "más turbados están" (como diría Tip). Sin embargo, el otro día, en una de sus más recientes entradas con motivo de
la muerte de José Miguel Ullán, se montó una pequeña gran trifulca entre comentaristas, aceptada por de Witt, debo suponer, entre los que se encontraban el ínclito Carlos Pardo y el emergente Juan Andrés García Román. Disfruté como no se puede hacer nadie una idea. Me partía de risa reparando en los inflamados egos de agraviados y agraviosos. En 47 comentarios lo dejé. Al día siguiente quise ver, claro, claro, cómo seguía la cuestión y mi sorpresa fue encontrar sólo 28 comentarios. El administrador de Witt había cercenado la consentida pasional discusión (un documento único, ay, ilustrativo del estado de ánimo de muchos de los poetas de este país, tan alicaídos generalmente). Sin valoración alguna, por lo sano. Ya. Una lástima. Lo que hubiera ilustrado la historia de nuestra poesía, seguro, con mayor criterio que aquella controversia, recordarán, entre los poetas de la experiencia y los de la diferencia, se ha quedado en humo, en nada, en una inocua referencia a la polemiquilla entre Almodóvar y Boyero, fíjate. Qué oportunidad ha perdido el señor Addison, sí, qué inocencia, qué candor.
Yo mandé un mensaje de queja, claro está, contenido, como es mi natural, aunque algo más de lo que correspondía, tengo que admitirlo, tal vez porque me intimidó el gesto censor. Pedía al final que volviese Ullán, la gran pérdida de la poesía española reciente. Y antes, para despistar, dije también que el
hipermoderno Almodóvar lo tenía fácil con el
crítico Boyero, quien afirma sin rubor que las únicas películas de Lars von Triers que le gustan son
Bailando en la oscuridad y
Rompiendo las olas, consecuencia, digo yo, de que sean las narradas más en línea recta, lo que facilita su comprensión, mucho. Pero nada, no me lo han puesto. Una lástima.