sábado, 6 de junio de 2009

Addison de Witt


Suelo visitar el blog de crítica y contracrítica de poesía, cuyas textos se atribuye el señor del título de esta entrada y cuya apariencia es la del señor de la imagen que ilustra esta entrada (George Sanders, sí, el inolvidable rufián de Los contrabandistas de Moonfleet). Aunque lo del anonimato tras el que se parapetan no me resulte cómodo, leo con gusto sus reseñas y noticias porque tienen siempre, a mi modo de ver, un oxigenante tono polémico y agitador que considero desde luego saludable. Reparten leña a los críticos más visibles de los suplementos culturales (Prieto de Paula, García Jambrina, Blesa, etc.), azotan a alguna vaca sagrada (Gimferrer, Colinas, Marzal...), y señalan sin desmayo los apaños de los premios poéticos de nuestro país (Loewe, etc.). Lo del anonimato, insisto, le resta autoridad a este colectivo, que, según indican, es lo que es el señor Addison, pero bueno, así están las cosas en la web 2.0 y no se puede negar, al menos yo no puedo negar, que no les falta olfato poético, no. Moderan los comentarios, eso sí, y prohíben cualquier clase de insulto gratuito o alusión personal injuriosa, que no me parece mal, pues ya sabemos cómo se las gastan algunos anonimillos resentidos en esta bloggosfalia cuando "más turbados están" (como diría Tip). Sin embargo, el otro día, en una de sus más recientes entradas con motivo de la muerte de José Miguel Ullán, se montó una pequeña gran trifulca entre comentaristas, aceptada por de Witt, debo suponer, entre los que se encontraban el ínclito Carlos Pardo y el emergente Juan Andrés García Román. Disfruté como no se puede hacer nadie una idea. Me partía de risa reparando en los inflamados egos de agraviados y agraviosos. En 47 comentarios lo dejé. Al día siguiente quise ver, claro, claro, cómo seguía la cuestión y mi sorpresa fue encontrar sólo 28 comentarios. El administrador de Witt había cercenado la consentida pasional discusión (un documento único, ay, ilustrativo del estado de ánimo de muchos de los poetas de este país, tan alicaídos generalmente). Sin valoración alguna, por lo sano. Ya. Una lástima. Lo que hubiera ilustrado la historia de nuestra poesía, seguro, con mayor criterio que aquella controversia, recordarán, entre los poetas de la experiencia y los de la diferencia, se ha quedado en humo, en nada, en una inocua referencia a la polemiquilla entre Almodóvar y Boyero, fíjate. Qué oportunidad ha perdido el señor Addison, sí, qué inocencia, qué candor.
Yo mandé un mensaje de queja, claro está, contenido, como es mi natural, aunque algo más de lo que correspondía, tengo que admitirlo, tal vez porque me intimidó el gesto censor. Pedía al final que volviese Ullán, la gran pérdida de la poesía española reciente. Y antes, para despistar, dije también que el hipermoderno Almodóvar lo tenía fácil con el crítico Boyero, quien afirma sin rubor que las únicas películas de Lars von Triers que le gustan son Bailando en la oscuridad y Rompiendo las olas, consecuencia, digo yo, de que sean las narradas más en línea recta, lo que facilita su comprensión, mucho. Pero nada, no me lo han puesto. Una lástima.

5 comentarios:

J. A. Montano dijo...

Hay que trasladar las polémicas literarias a este blog suyo, Sr. Torres! Especialícese usted en recibir y acoger polémicas literarias! Difunda su blog como receptor y acogedor de polémicas literarias! Falta ese nicho hoy en la red, el del blog libérrimo que reciba y acoja polémicas literarias!

Francisco Javier Torres dijo...

Agradezco su consejo. En efecto, sí, apreciado sr. Montano, no estaría mal, no lo había pensado. Veré si se puede hacer algo. Aunque no se me ocurre ahora, así de pronto, con quién o qué empezar la caña. ¿Alguna otra sugerencia? Seguro que sí.

Atherida dijo...

¡Ay, Fco. Javier!, en demasiados sitios (virtuales o no) se paga la fidelidad con censura. ¿Adónde iremos a parar? Me dirigí, por cierto, a aquel enlace que me recomendaste. La polémica me divirtió, pero también me desencantó la burricie de algunos: demasiados firmantes anónimos cuando se trata de difamar. ¡País de necios y cobardes! Tomaré medidas: a partir de ahora, no leeré ni un solo comentario anónimo en sitio alguno. Ésos sí los censuraba yo, y el que quiera opinar, que ponga las gónadas a remojar, ¡qué diablos!

Francisco Javier Torres dijo...

¡Cuánta razón tienes, apreciada Atherida! De todas formas, a los que censuraba yo pero ya es a los anónimos circunspectos, a esos cretinos kantianos reprimidillos que tanto abundan por ahí, sí. A los carnavalescos no, desde luego, a los que revientan con sus chanzas (y sus máscaras) la ley y el orden de las iglesias hay que apoyarlos, jalearlos, a ver si de una puta vez somos capaces de no tomarnos tan en serio unos y otros. Así que nos leemos su primera línea, la del anónimo, vemos hacia donde cargan sus gónadas, y determinamos (caray con las elevaciones, jua, jua) su seguimos leyendo o no. Digo yo, vaya.
Por cierto, en la discusión intervino el propio de Witt pidiendo moderación, etc. Se autoemasculó encima, que es lo más curioso para mí del caso, dejando los pingajos.

Atherida dijo...

Afirmativo: suscribo el método que, a primera vista, parece muy entretenido. A evaluar ya mismo la desviación típica de las gónadas, y luego vamos podando. ¡Correcto!