miércoles, 29 de febrero de 2012

Elogio del Carrefour


Dije que El mapa y el territorio de Houellebecq no era una novela de escritura en la que la principal virtud es su lenguaje. Nunca ha escrito Houellebecq novelas de esa clase. Que su valor había que buscarlo por tanto, más bien, en el estímulo intelectual de sus planteamientos sociológicos y emocionales, en su enorme capacidad para representar, con acierto, según mi opinión, y mediante métodos artísticos el desencanto de esta sociedad nuestra posindustrial en que habitamos, donde las relaciones familiares y laborales, el amor, el sexo, el arte, la cultura, la industria incluso (si existiera), son de una banalidad exasperante, están cargadas ya irremisiblemente de una superficialidad desalentadora, extremadamente difícil de comunicar, por otra parte. Que se podía estar de acuerdo o no con Houellebecq en su desolador diagnóstico sobre el futuro y las miserias del ser humano occidental, pero que su formulación obedecía a una extraordinaria lucidez y a un arrojo y a una enorme sensibilidad para captar a través de la creación las inquietudes de esta sociedad hiperdesarrollada, de lo cual muy muy pocos autores contemporáneos, apostillé, pueden presumir, aparte de Foster Wallace, claro está.
Dijeron que este tipo de literatura que practica Houellebecq no interesaba, que todo lo más la obra podía pasar por un exhibicionismo entretenido, que al contrario de lo que yo pensaba, era una novela de escritura, pero de escritura mala; que era el colmo que un autor de la categoría que se le supone al francés se hubiera dedicado a saquear la Wikipedia; que no tenía imaginación ni alcance intelectual, que para ensayo sociológico ya estaba ahí Richard Sennet abordando con mejor suerte en su obra La corrosión del carácter lo que Houellebecq plantea a propósito del valor de las manufacturas y el artesanado. Que la novela nos llega y se vende solo por la dimensión pública que ha adquirido el epatante personaje que se ha creado su autor y que, por tanto, no es más que otro producto comercial dispuesto para el consumo rápido de lectores incautos.
Creo que alguien dijo también que El mapa y el territorio no le había gustado nada porque los personajes no desprendían la calidez que les demanda en sus lecturas, que apenas había trama, que no era ni entretenida la novela, vaya, más bien todo lo contrario. Y alguna escena se le reprochó a Houellebecq por resultar, así se dijo, "poco creíble", refiriéndose sobre todo a la de la confesión que Jean Pierre Martin le hace a su hijo Jed en la última cena navideña en que se reúnen.
Dije que tal vez no fuera acertado valorar como un defecto el que la prosa de Houellebecq no se pareciera a la florida de Michon, por ejemplo, a la de Álvaro Pombo o Antonio Soler, sencillamente porque su objetivo no era impresionar(se) con alardes fraseológicos, sino poner esa prosa al servicio de lo que se quería contar, hacerla eficaz como vehículo de comunicación más que como fin en sí misma. Y sé que con esta cuestión hay mucha tela que cortar, pero estoy convencido de la pertinencia de este modo de proceder cuando la estructura superior de lo que se cuenta prevalece sobre los microorganismos lingüísticos del modo en que se cuenta (lo cual no quiere decir de ninguna manera que se transija, eso nunca, con el descuido, el desaliño, etc., aunque no sea el caso, desde luego). Sobre lo de Wikipedia no dije nada, me limité a sonreír. Sobre lo del exhibicionismo entretenido sí, y no solo yo ya. Advertimos algunos de que eso que llamaban exhibicionismo entretenido, ese ejercicio de autoficción que desarrolla Houellebecq aquí introduciéndose en la narración e inmolándose en ella de un modo brutal, no era, no es, de ninguna manera una concesión autocomplaciente a cierta moda, antigua por lo demás, instaurada con mayor alcance por Philip Roth o J.M. Coetzee y seguida por tantos otros. El personaje que el Houellebecq autor crea con su propia identidad no puede contener más sarcasmo, más autoparodia, no puede ser más grotesco, más hilarante en ocasiones, más lastimoso casi siempre. Tal vez no se dieron cuenta en ese momento de que mofarse de ese modo tan despiadado de uno mismo entraña cierta dificultad, requiere cierto valor. Es, en cualquier caso, signo inequívoco de lucidez e inteligencia.

Por lo demás, discutimos también, claro está, sobre si El mapa y el territorio era un producto artístico o un subproducto comercial. No hubo acuerdo. Aunque parece que sí en lo que respecta al derecho a unas ventas aceptables que permitieran al autor sobrevivir al menos con el resultado de su esfuerzo. Me pareció a mí además que sobrevolaba la idea romántica de que pocas ventas equivalían a excelsitud artística y muchas o bastantes a basura comercial. Deberíamos revisar esto, sugerí. Sobre la vocación "histórica" de Houellebecq también discutimos, sobre si alguien que leyera sus novelas dentro de cien años podría o no hacerse una idea más o menos precisa del carácter de nuestra sociedad actual. No se leerá dentro de cien años, dijo alguien. Ya lo veremos, dijo otro con una sonrisa pícara en los labios. No se ocupa Houellebecq de las verdades universales y sin tiempo que pudieran garantizarle un lugar entre los clásicos del futuro, como hacen o han hecho nuestros clásicos de ahora, dije yo por último. O sí, según como se mire. Pero su valor más evidente no está en escribir de ese modo, con ese fin. Lo que de veras estimula del francés es que escriba en riguroso presente y trate de explicárnoslo. Muy pocos autores hay que se expongan a tan arriesgado propósito. Muy muy pocos que lo consigan de un modo artístico tan satisfactorio.
Uf, y me dejo tantas cosas. De todas maneras, no sé después de todo si alguno de nosotros ha entendido la novela poco o la ha entendido mucho. Lo que sí creo que quedó más o menos claro fue que es posible ser hoy razonablemente feliz si se tiene un Carrefour bien surtido cerca...

2 comentarios:

José Manuel dijo...

Olé, torero!
No te has dejado casi nada en el tintero. Dicen que la curiosidad es lo que llevo a Eva a desafiar a Dios. A mi el libro me ha despertado curiosidad , me ha sugerido muchas cosas y me ha permitidos acercarme a un mundo (quizás no es este mundo) del que comprendo muy poco y que me parece que hay que entender. También quizás hay otros autores que lo digan menor , pero he leído la corrosión del carácter, y aunque me gusto mucho, no me ha dejado tanta huella como este libro. Huella efímera posiblemente por mi edad y no por el libro. No me gusto el final y creo que es pretencioso el titulo, pero a medida que leía me sentía mas cómodo con la lectura y veia surgir a los personajes. Creo que lo recomendaré a mis amigos

Francisco Javier Torres dijo...

Sí, sí, José Manuel, se me ha quedado atrás comentar, por ejemplo, lo que, en mi opinión, encierra de verdad esa conversación última donde el padre ya por fin se atreve a hablarle a Jed de sus inquietudes y frustraciones más íntimas. Lo conmovedor que me resultaba oír a ese hombre derrotado después de todos los afanes de la existencia afirmando que lo único que quiso hacer realmente durante toda su vida eran nidos para las golondrinas. Y el humor de Houellebecq también se me quedó atrás. Ese humor tan cínico, tan descreído, tan suyo con el que desmonta con una pincelada muchas estupidas correcciones contemporáneas (acuerdate de los ecologistas suizos). O la espúrea convivencia mercantil del sexo con la muerte. No sé, bastantes cosas, ya te digo. La cuestión del título también, por ejemplo... A ver si alguien recuerda algunas más y quiere ponerlas por aquí. En cualquier caso, se agradece especialmente tu visita, desde luego.