domingo, 23 de noviembre de 2008

El argumento de la obra

¿A qué parte de lo expuesto tenderemos? ¿Qué nos vinculará más?, ¿el espacio?, ¿su representación?; ¿tal vez lo que se dice?, ¿lo que no?; ¿lo aéreo incorruptible –según fórmula–, lo material perecedero –según prueba–? ¿Nos sentiremos más próximos nosotros a la condensación del agua o a su símbolo, al ropaje o a su función, al pigmento o al color? ¿Será aquí lo que vemos lo que mantendrá nuestros ojos abiertos?, ¿nos hará cerrarlos algo de lo que vemos? Pero, y lo que no vemos, ¿podrá verse de algún modo?, ¿cerraremos los ojos con lo que no vemos?, ¿veremos algo entonces o está aquí ya mostrándose?, ¿hay algo que no vemos?, ¿se cifra?, ¿existe? Pero, también, ¿qué es lo que más le interesa a quien ha fijado esta escena?, ¿la figura?, ¿el sueño? ¿lo concreto o su metáfora? Ambas cosas nos da, sí, para que nosotros elijamos si es el caso, sólo nosotros. Iguales probabilidades, igual proporción. El mundo, la realidad (¿la realidad, el mundo?) se establece en su cincuenta por ciento exacto. No hay moral puesto que no hay decantación. Sólo escritura. ¿Tenemos ya el argumento? Nada nos impide entonces, si así fuera, leer estos cuadros de José Roca como es debido.

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