viernes, 12 de noviembre de 2010

Correspondencias, de Hugo Abbati





















José Luis Amores ha escrito para Revista de Letras una estupenda, entusiástica, crítica a la novela de Hugo Abbati CORRESPONDENCIAS. Sin desperdicio, no os la perdáis (la crítica, por supuesto, mucho menos la novela).

15 comentarios:

Atherida dijo...

Servidora leerá, cómo no, esa narración con acento bernhardiano. Prefiero siempre la novela antes que la crítica, así como el prólogo siempre sólo después de la novela.

Por cierto, ¿por dónde continúo, Paco? ¿Extinción o Maestros antiguos?

Un abrazo.

Francisco Javier Torres dijo...

Te recomiendo CORRESPONDENCIAS, desde luego, mi querida Atherida. Échale un ojo y me dices luego qué te ha parecido (lo que me parece a mí, supongo que no hace falta que te lo diga, je, je).
En cuanto a esos títulos bernhardianos que indicas, no debes perderte ninguno de ellos. Los dos me parecen extraordinarios. Da igual el orden en un sentido estético, pues. Tal vez podrías considerar entonces seguir por uno o por otro en función de su volumen, ya me entiendes...

Francisco Javier Torres dijo...

Te recomiendo CORRESPONDENCIAS, desde luego, mi querida Atherida. Échale un ojo y me dices luego qué te ha parecido (lo que me parece a mí, supongo que no hace falta que te lo diga, je, je).
En cuanto a esos títulos bernhardianos que indicas, no debes perderte ninguno de ellos. Los dos me parecen extraordinarios. Da igual el orden en un sentido estético, pues. Tal vez podrías considerar entonces seguir por uno o por otro en función de su volumen, ya me entiendes...

Anónimo dijo...

Conocí al autor de Correspondencias hace ya muchos años en Buenos Aires. A pesar de ser el autor de textos interesantísimos, nunca se mostró muy entusiasta con la publicación posible de su obra. En este sentido, siempre se mostró como alguien al margen, aunque nunca marginal. En las pocas veces que lo vi disfruté sobre todo de su conversación. Siempre reacio a hablar de su producción, acometía con entusiasmo a autores como Borges, Kafka, Roussel y Walser, por nombrar a unos pocos. Me sorprende su publicación en españa, y lamento que aquí, en Argentina, sólo hubiera publicado una novela sobre la dictadura de Videla, en clave surreal, que circuló clandestinamente. ¿Cómo se puede conseguir un ejemplar de Correspondencias?

Francisco Javier Torres dijo...

Pues me complace de veras lo que cuentas, apreciado anónimo, y reconozco sin duda en ello al amigo Abbati. Yo también he podido disfrutar de su estimulante conversación, un gozo irrepetible cada una de ellas. Y te agradezco igualmente el interés opr su obra, que es, como bien sugieres, absolutamente singular.
En cuanto a conseguir CORRESPONDENCIAS en Argentina, precisamente estoy iniciando ahora el proceso para poner nuestros libros al alcance de los lectores latinoamericanos. Si me indicas en privado a la librería de qué ciudad debemos dirigirnos, tal vez podamos solucionarlo. Abrazos

Anónimo dijo...

En relación con las librerías de buenos aires no estoy muy actualizado puesto que vivo en la provincia de Córdoba, Argentina. Recuerdo El Ateneo, Lozada, Hernández, y otras pocas más, entre las importantes. Por mi parte, parece que va camino de solucionarse la adquisición del libro Correspondencias, de Abbati. Un amigo que vive en España, y que supo tener algún encuentro con el autor en Buenos Aires hace ya mucho tiempo, se enteró de la publicación y consiguió un ejemplar en una ciudad andaluza, aunque no especificó cual. Así que tendrá la amabilidad de enviarme un ejemplar aquí, a Córdoba. A continuación pego un comentario que me hizo de la novela.
"... y no sé hasta donde esa relación con Bernhard, quizá haya un aire de familia a lo Wittgenstein, pero el maestro austríaco es de una radicalidad textual, marcada por la reiteración obsesiva, que en Abbati no encuentro. Digamos que donde Abbati ordena la estructura para que se caiga, en Bernhard ya está todo caído desde el principio. Bernhard escarba en los restos y, en gran parte, su narrativa gira como una peonza; en Abbati, al menos en esta novela,la caída se pone de manifiesto cuando el lenguaje se pone en marcha, y es el mismo lenguaje el que da el golpe de gracia a una caída presentida que sólo se materializa a través del desarollo textual de las cartas entre los amigos. Ya le leerás y me podrás comentar tu impresión. La novela de Abbati es como un reloj que se va descomponiendo, en el maestro Bernhard, ya de entrada, se muestra una relojería por donde acaba de pasar el Katrina, o algo similar. Muy buena la mención de Amores sobre Camus, hay algo camusiano en Correspopndencias (recordar La Caída, del francés), a pesar de la lejanía entre estilos. Muy bueno Abbati, te gustará."

Francisco Javier Torres dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Francisco Javier Torres dijo...

Pues me alegro mucho de que haya podido conseguir la novela de Abbati. Como dice el amigo comentarista, (también anónimo, por cierto) no le defraudará, eso creo yo igualmente.
En cuanto a la referencia a la novela que cita usted procedente de ese mismo amigo, tendría que aclararle que, en efecto, si se espera una formalidad bernhardiana y una posición vital de igual naturaleza (aunque en el fondo ésta lo sea) no encontrará usted al Bernhard que todos conocen, al más evidente, por tanto. Hay desde luego, un aire de familia, como muy bien ha visto su amigo, pero ese "acento bernhardiano" de nuestra referencia, no va por ese camino, claro está. Es más, considero que si sólo fuera ese aspecto el que hubiéramos de tener en cuenta, la novela, cualquier novela, vamos, desde ese punto de vista, resultaría, dicho sea de paso, un ejercicio más de imitación de lo inimitable únicamente, lo que ya de por sí le restaría valor, según creo. No es eso, ya le digo. El “acento bernhardiano” a que aludimos tiene que ver con los planteamientos que sobre la Literatura, sobre la propia creación, tenía el austriaco, según los cuales no tiene ningún sentido explicar en el texto lo que todo el mundo sabe o conoce, lo que todo el mundo ve (cómo es un jardín, cómo va vestido un personaje, etc., etc.) , una radical posición artística llevaba hasta sus últimas consecuencias y que dista mucho, convendrá conmigo, de cualquiera de las manifestaciones literarias que más nos publicitan. Ésa es otra de las singularidades de Bernhad, no ya tan evidente, y desde esa posición estética hay que entender la novela de Abbati. Pero no podemos quedarnos ahí en ningún caso, puesto que CORRESPONDENCIAS vale por sí misma un potosí, no sólo por las intertextualidades que podamos o queramos rastrear. Le ruego, por tanto, que obvie en lo posible la cuestión “bernhardiana”, que la aborde sin prejuicios de ninguna clase, que se deje llevar por su intensidad emocional, su esencialidad, por su lucidez existencial y por la propia y brillantísima construcción artística que desarrolla el amigo Abbati. Luego, si le apetece, póngase a rastrear concomitancias, pero como juego secundario en cualquier caso. Abrazos.

Anónimo dijo...

Acabo de leer Correspondencias, recomendada en su página, y quiero agradecer el consejo. De Bernhard sólo he leído Extinción y Corrección. Como el debate parece ir por el lado del escritor austríaco y la novela de Abbati, no tengo suficientes elementos para comparar, si es que de eso se trata. Lo mejor de Correspondencias, según mi criterio, es cómo las cartas crean un universo que define y se sobrepone a los que las escriben, como si el lenguaje se abriera de las personas que lo producen e impusiera sus propias reglas. Al menos en mi caso, me ocurrió que la propia cadencia de los discursos iba ganando terreno mientras las circunstancias personales que las cartas narraban se desdibujaban. Si se me permite la buotade, es una novela absolutamente literaria: lenguaje más lenguaje más lenguaje. Y por último, el fracaso del lenguaje.
Como no tengo cuenta en Google (sobrevivo con una vieja cuenta que inicié en Argentina) la escribo a continuación.
carlosfrankel@yahoo.com.ar

José Luis Amores dijo...

Interesante debate. Gracias, Paco, por avisarme. Efectivamente, el traído acento bernhardiano de Correspondencias no tiene nada (o muy poco) que ver con el estilo del austriaco. Salvo en ciertas repeticiones, inteligentemente alejadas entre sí, como “virus y proteínas” y “física y matemáticas” (las más evidentes), no reconocemos esta estética en la novela. Tampoco la invectiva ni el desastre o hundimiento tan característicos de Bernhard, o no al menos con su contundencia. Éstos son los aspectos “divertidos” de Bernhard, parte visible de su estética por la que, desgraciamente, es tan admirado (la anarquía que rezuma de su narrativa, idealizada por ese cerro de anarquistas europeos de mesa camilla tan abundante). No, la esencia de Bernhard en Correspondencias es otra, a mi modo de ver, complementaria a la que señala Paco. Como bien se ha dicho antes, en Bernhard el desastre ya ha sucedido; en Correspondencias asistimos a él, como espectadores de primera fila (lo siento, lugar común). Abbati sólo lo “cuenta”, no interfiere (no hay yo bernhardiano). Da cuenta de él a través de un medio horriblemente destrozado por los románticos de la literatura; tan deformado por la paraliteratura, que huimos de las novelas epistolares como de la peste. En este sentido, Abbati es un valiente porque no se arredra y restituye el género al lugar de donde nunca debió salir: mero vehículo narrativo para eliminar la trasnochada omnisciencia que sería necesaria, en este caso, para colocar dos voces principales y dos secundarias (la de la novia de Tomás y la del rumano). Sólo recuerdo un caso actual en el que la inclusión epistolar no hace que el lector se sonroje: Providence, de Juan Francisco Ferré, en la relación entre el protagonista y un sujeto que se hace llamar Jack Daniels. Sin tener nada que ver la literatura que hacen Ferré y Abbati (aunque ambos hacen Alta Liter...): ambos son claros ejemplos de, por un lado, el maximalismo mejor ejecutado y, por otro, el minimalismo con mayor sustancia.

Luego está el lenguaje, más bien la expresión en este caso. Su admirable sencillez, o economía de medios (lugar común), sin recargar para nada lo que, en la vida real, no lo estaría. Esas cartas son extractos acumulativos perfectos. Un toma y daca de manual (l.g.) aún no escrito. He dicho sencillez porque es fantástica la forma de expresarse y de construir sensaciones con recursos tan simples como una repetición a tiempo o un paréntesis bien colocado. Pintar una atmósfera así, de esa forma, y sin caer en la redundancia gratuita ni en las ayudas al lector... Pensad solamente en la escena de la cena con Baumberg... Genial.

He llegado a pensar que esta novela no debería comercializarse de cualquier forma. Se le debería “negar” su acceso al común de los lectores. No relegarla a verse rodeada de las payasadas habituales en las librerías. Hablo totalmente en serio. El 99% de la narrativa que se hace ahora es pésima o muy floja, y Correspondencias en medio de “eso”, buf... A la novela tendría que poder accederse por rigurosa invitación.

No digo más por ahora.

Un saludo a todos.

Anónimo dijo...

se parece a Bernhard: esto no es un comentario.

Anónimo dijo...

Me interesa lo que dice Amores, creo que da en el clavo de varias cosas, así como la respuesta de Paco Torres en relación con la manida cuestión de Bernhard. Me gustaría señalar la relación entre la proliferación de la prosa previsible y el ascetismo en la literatura. Creo que, habitualmente, la prosa previsible no tiene nada que ver con la literatura, a no ser que lo previsible de la misma sea ejecutada como elemento que establece una distancia entre el lugar común y el lector inteligente (hay lectores inteligentes y hay lectores tontos, según mi parecer), de manera que el lugar común quede flotando en el texto, desamparado, dando cuenta de lo común que es. Un ejemplo: Manuel Puig. Manuel Puig atraviesa el folletín, lo hiere de muerte, y lo hace con las mismas armas del folletín, pero con un plus. La clave es el plus. Ejemplo de plus en Manuel Puig: el comienzo de Cae la Noche Tropical, al comienzo del todo, cuando una de las ancianas habla de la hora del día, etc. La peste actual es que cualquiera que escriba bien, escribe. Y escribe. Y luego escribe de nuevo, y es capaz de sacar tres, cuatro o cinco novelas en las que sigue escribiendo bien. Y no para el jodido.
Lo interesante en Abbati es que parece que no le interesa nada escribir bien, y eso se agradece.
Disfruto mucho con este intercambio. Gracias a todos.
carlosfrankel@yahoo.com.ar

Francisco Javier Torres dijo...

Yo llevo bastante tiempo intentando comprender por qué considero CORRESPONDENCIAS una obra tan singular. Desde luego está la referencia literaria a que ya se ha aludido, pero creo que otra de las claves (una de varias) la acaba de apuntar Carlos, precisamente, cuando dice que a Abbati no le interesa escribir bien. Tal vez notemos, sí, una especie de descuido en esta escritura que no hace si no acercárnosla, que hace que nos la apropiemos de algún modo, como si fuéramos nosotros mismos quienes estuviéramos en acción, con esos paréntesis ya aludidos también, por ejemplo, que intentan desambiguar la frase o con el mismo laconismo expresivo que da cuenta ("actuando", no diciéndolo, no refiriéndose a él) de la imposibilidad de ir más allá de lo que se pretende. Los "tiempos" que se manejan en las propias cartas y entre carta y carta, ese juego elíptico, también me parecen un factor determinante, no sé. Y luego está ese momento genial, entre otros muchos, de la última carta de Tomás en el que éste le "describe" a Ale el gesto que hace con la mano, "así", dice Tomás únicamente, ésa es toda su descripción, ¡como si pudiéramos verlo! Quizás exagere, pero a mí me parece que ese gesto, ese solo gesto de Tomás, un admirable compendio de lo que debe ser la Literatura (no para zoquetes, ya se ha dicho). Bueno, son algunos ejemplos y con respecto al nivel más formal de la novela. Queda el otro nivel, ya sabéis, pero "dejo aquí", como diría Abbati :-)

Jose Manuel dijo...

Cuando empecé a leer Correspondencias, no podía abandonar una media sonrisa, porque en cada párrafo encontraba algún guiño (jodido Hugo), como si hubiese algo que las palabras ocultaban pero que yo intuía y me daba placer reconocer. Me imaginaba el libro como una replica de su conversación brillante.
A medida que las paginas iban pasando, el lenguaje se desplegaba (se muestra en facetas no sospechadas) y esos guiños se (me) convertían en fracturas de los discursos por donde se iban precipitando los personajes. Ese abismo, lleno de significados, los destruye (socialmente) pero los enriquece al mismo tiempo: aparecen mas personas, sin “disimulo”. Creo ver que el lenguaje cambia y evoluciona a lo largo de la correspondencia. Le pregunté a Hugo si esto estaba pensado, si formaba parte del plan de obra que todos los no escritores creemos que los escritores tienen. Por lo que me dijo, creo que no, aunque no se acordaba mucho del asunto. Me parece fascinante que el lenguaje se adapte (autónomamente) a los significados que quiere expresar (¿el autor, los personajes?). Después de discutir con Paco toda una tarde sobre lo bernhardiano de Correspondencias, coincidimos en pensar un uso similar de las palabras (de lo formal) que expresa mucho mas que sus significados encadenados. Literatura sutil, sin plan: un instrumento para bucear en lo profundo del ser (donde forma y contenido son indistinguibles).
Ale y Tomás están destruidos, pero no están locos, posiblemente ni siquiera enfermos mentales aunque acaben en un frenopático. Simplemente al desaparecer el disimulo que los mantiene socialmente útiles su yo se fractura en mil pedazos. Pero ¿quién no tiene un yo de compromiso? ¿quién se atreve a releer cartas antiguas en busca de fracturas en las que podríamos deslizarnos? (cartas de compromiso, como las que yo escribía a mi abuela cuando era chico en las vacaciones). Lo duro de Abbatí (como de Bernhard) es que no hacen literatura fantástica.

Minervina dijo...

Que te voy a decir yo de lo que me pareced esta novela…
Ya se han dicho muchas cosas interesantes y enriquecedoras sobre Correspondencia; aún así voy a añadir algo.
Es curioso como conociendo a Hugo, un ser humano en el que destaca la falta de artificio, y su rabia hacia todo lo opaco, lo que esconde la Verdad (con mayúsculas si os fijáis), describe y profundiza tan sutilmente sobre una capacidad o cualidad de las personas como es el disimulo.
Todos disimulamos, fingimos, mentimos, creamos dobles o triples de nosotros mismos. Pero enfrentarnos a algo mas allá de todo ello como es no disimular momentáneamente, sino crear nuestra vida sobre ese disimulo hace que nos “toque” cuando lo leemos porque algo de nuestra vida está creada sobre algo que necesitamos creer, aunque en el fondo sabíamos no era cierto. La vida y la muerte. El gato cuya muerte queda disimulada por un espasmo de vida, hace que la muerte percibida por los dos amigos como definitiva sea terrible. Es un amago de vida cuya fuerza interior les deja perplejos porque esconde la muerte. Esa construcción es la vida creada sobre un “disimulo” que esconde la muerte de Tomas y Ale. La anécdota del gato no es una anécdota es la metáfora de lo que les ocurre a los dos amigos (y un poco a nosotros).
Minervina.