Acabo de ver, mi querido Hugo, Liverpool, la película de Lisandro Alonso que me recomendaste. Me gustaría que la comentáramos, recuerdo que me dijiste. Bien. Para mí tiene una mezcla de Raoul Ruiz, Arturo Ripstein y Alexander Sokurov (incluso con algunas gotitas lynchianas, fíjate). Padre e hija en este caso, claro, si no me equivoco, para la referencia a Sokurov, cuya película se titula a la inversa (deliciosa, si no la has visto, te la recomiendo fervientemente, todo lo de Sokurov, vamos). Algo he visto del misterioso halo fílmico de Ruiz y de la sordidez ambiental de Ripstein. Bueno, un trío de ases en cualquier caso cuyo recuerdo hace que la película ya por eso sólo tenga un valor añadido poco frecuente.
De todas formas, me ha dejado sensaciones contradictorias. Por un lado aprecio el despojamiento y la sequedad narrativas de tu paisano, sin florituras de ningún tipo. Y creo que contiene imágenes del entorno natural (y no sólo natural) realmente bellas (he ahí a Sokurov de nuevo). La película sugiere más que explica, y eso está a su favor, desde luego. Pero, no sé, me parece que lo que cuenta es tan simple que, incluso siendo corta como es la cinta (bueno la cinta en mi soporte ya no, unos y ceros, ja, qué curioso), me parece algo extensa. Quizás sea éste mi mayor reproche. No sé tú qué opinas...
Abrazos
Paco
hay algo en alonso que no existe en ruiz, ni en sokurov ni en ripstein, y es el ascetismo antinarrativo del argentino. hay, sin embargo, un montón de cosas en el cine de los otros, que no están en alonso. partiendo de la base de que sokurov es muy superior a ripstein y a ruiz, y que ripstein es muy superior a ruiz (superior aquí quiere decir que me gustan más). precisamente lo que no hay en estos tres y sí hay en alonso, es lo que lo distingue como un cineasta distinto. y dejaré de lado, en esta opinión, las dificultades presupuestarias de alonso para filmar y la escasez de materiales con que lo hace, esto en sí no es meritorio, pero el resultado sí lo es. para empezar, A. sólo filma en 35 mm y abomina del digital, esto tiene que ver con la claridad y la imagen profunda que el 35 da, y que impide la distorsión del digital cuando se lo manipula, y esto significa: el plano es fundamental, el plano en sí, sin idea agregada, sin querer transmitir nada que no sea lo que el plano dice. efectivamente, en A. no hay guión, no hay historias propiamente dicha; las débiles tramas son el soporte para fundar la mirada de la cámara, si hay historia, es en la imagen, en cada imagen, así, en liverpool, el sujeto come, folla, viaja, se desmaya, dice cuatro tonterías y desaparece. el sujeto entra al plano, la cámara nunca lo sigue (no está al servicio de la historia posible de esa persona), y de hecho, al final, el sujeto se marcha y la cámara se queda y sigue filmando la vida desolada de esa comunidad, por lo tanto, la historia no importa nada, a no ser que uno se la monte en su cabeza, y si lo hace, lo hará a través de lo que la cámara nos muestra, nada más. no hay en A. la tentación de usufructuar la grandiosidad del paisaje, este opera como una materialidad que constituye a los personajes en ese ámbito (como diría heidegger, los muestra como no teniendo mundo, sólo hábitat). esta reducción última, donde lo emocional se intuye pero no surge, refuerza la condición casi de mamíferos de los protagonistas, de los que no sabemos nada, de modo que filmarlos es simplemente filmarlos, pero no al modo documental, sino jugando con los espacios que la misma filmación crea, con la ambigüedad de la "historia", la cámara crea y devora la situación, y así y todo, hay un vacío, y A. diría que ese vacío no lo cubrirá el cine, que nos puede emocionar, aburrir, alegrar, etc., pero que nunca llenará el vacío que impulsa la creación: el cine de A. da cuenta de ese vacío y, así, de los límites del cine mismo cuando lo único que quiere contar es que su contar tiene un límite, y que ese límite es infranqueable.
bueno, además de eso, te sugiero la trilogía de A. previa a Liverpool: La libertad, Los muertos y Fantasma (en ese orden).
como oposición feroz y magnífica al cine de alonso, te sugiero historias extraordinarias, de llinás, lo mismo pero al revés.
un abrazo.
p.s.: me gusta mucho sokurov.
Hugo
De todas formas, me ha dejado sensaciones contradictorias. Por un lado aprecio el despojamiento y la sequedad narrativas de tu paisano, sin florituras de ningún tipo. Y creo que contiene imágenes del entorno natural (y no sólo natural) realmente bellas (he ahí a Sokurov de nuevo). La película sugiere más que explica, y eso está a su favor, desde luego. Pero, no sé, me parece que lo que cuenta es tan simple que, incluso siendo corta como es la cinta (bueno la cinta en mi soporte ya no, unos y ceros, ja, qué curioso), me parece algo extensa. Quizás sea éste mi mayor reproche. No sé tú qué opinas...
Abrazos
Paco
hay algo en alonso que no existe en ruiz, ni en sokurov ni en ripstein, y es el ascetismo antinarrativo del argentino. hay, sin embargo, un montón de cosas en el cine de los otros, que no están en alonso. partiendo de la base de que sokurov es muy superior a ripstein y a ruiz, y que ripstein es muy superior a ruiz (superior aquí quiere decir que me gustan más). precisamente lo que no hay en estos tres y sí hay en alonso, es lo que lo distingue como un cineasta distinto. y dejaré de lado, en esta opinión, las dificultades presupuestarias de alonso para filmar y la escasez de materiales con que lo hace, esto en sí no es meritorio, pero el resultado sí lo es. para empezar, A. sólo filma en 35 mm y abomina del digital, esto tiene que ver con la claridad y la imagen profunda que el 35 da, y que impide la distorsión del digital cuando se lo manipula, y esto significa: el plano es fundamental, el plano en sí, sin idea agregada, sin querer transmitir nada que no sea lo que el plano dice. efectivamente, en A. no hay guión, no hay historias propiamente dicha; las débiles tramas son el soporte para fundar la mirada de la cámara, si hay historia, es en la imagen, en cada imagen, así, en liverpool, el sujeto come, folla, viaja, se desmaya, dice cuatro tonterías y desaparece. el sujeto entra al plano, la cámara nunca lo sigue (no está al servicio de la historia posible de esa persona), y de hecho, al final, el sujeto se marcha y la cámara se queda y sigue filmando la vida desolada de esa comunidad, por lo tanto, la historia no importa nada, a no ser que uno se la monte en su cabeza, y si lo hace, lo hará a través de lo que la cámara nos muestra, nada más. no hay en A. la tentación de usufructuar la grandiosidad del paisaje, este opera como una materialidad que constituye a los personajes en ese ámbito (como diría heidegger, los muestra como no teniendo mundo, sólo hábitat). esta reducción última, donde lo emocional se intuye pero no surge, refuerza la condición casi de mamíferos de los protagonistas, de los que no sabemos nada, de modo que filmarlos es simplemente filmarlos, pero no al modo documental, sino jugando con los espacios que la misma filmación crea, con la ambigüedad de la "historia", la cámara crea y devora la situación, y así y todo, hay un vacío, y A. diría que ese vacío no lo cubrirá el cine, que nos puede emocionar, aburrir, alegrar, etc., pero que nunca llenará el vacío que impulsa la creación: el cine de A. da cuenta de ese vacío y, así, de los límites del cine mismo cuando lo único que quiere contar es que su contar tiene un límite, y que ese límite es infranqueable.
bueno, además de eso, te sugiero la trilogía de A. previa a Liverpool: La libertad, Los muertos y Fantasma (en ese orden).
como oposición feroz y magnífica al cine de alonso, te sugiero historias extraordinarias, de llinás, lo mismo pero al revés.
un abrazo.
p.s.: me gusta mucho sokurov.
Hugo
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