lunes, 25 de julio de 2011
electronics books
El año pasado anduve yo algo angustiado y con cierto picor con esto de los libros electrónicos. Las noticias que recibía entonces con cierta regularidad, a través de la prensa, por publicidad vírica, las admoniciones de la administración también, eran casi todas casi siempre casi apocalípticas. Hace dos navidades o así que nos amenazan con el libro electrónico y su desembarco masivo en nuestros hábitos de lectura. Y nosotros, atribulados editores tradicionales, pensamos que se nos derrumba el mundo tal y como lo conocemos y amamos. Y nos atribulamos aún más ante nuestro próximo cadáver envuelto en unas cuantas hojitas de papel impreso.
La verdad es que nada de eso ha ocurrido. El número de aparatos vendidos se incrementa a buen ritmo , eso sí, pero mientras no se estandarice un formato para todos, mientras no se decida la batalla empresarial al respecto, ya sabemos, tal vez tengamos que esperar todos. También creo que por eso mismo las descargas de libros electrónicos suponen todavía un porcentaje mínimo, muy mínimo, del volumen total de libros vendidos. El negocio editorial, pues, todavía continúa fluyendo por los cauces habituales que conocemos y amamos, y los libros nos siguen siendo proporcionados en su inmensa mayoría, seguimos proporcionándolos, en los papelitos de siempre. Todavía. Porque ocurrirá, me temo, tarde o temprano, que prevalecerá un formato determinado y un cacharrito sobre todos los demás y, tarde o temprano también, empezaremos todos a descargar en nuestros flamantes dispositivos de lectura los libros que conocemos y amamos y a habituarnos al nuevo entorno de lectura, no debemos engañarnos, no hace falta que nos engañemos.
Pero mientras eso sucede, a mí se me ha pasado el picor y la angustia. Mientras jugueteaba un día con la posibilidad de multiplicar por no sé cuántas decenas de millones los ejemplares vendidos de cada uno de nuestros títulos; mientras comprobaba arrobado aquí o aquí la cantidad de descargas de nuestros libros (que no desvelo para no estimular la codicia ;-); mientras especulaba con la aniquilación del parque automovilístico de mis (ejem) amigos distribuidores y con la definitiva desaparición de esas bolsitas tan monas que nos proporcionan en las librerías, noté un chasquido interno que hizo que me sentiera sorprendentemente vigoroso y atlético de nuevo. Ese chasquido venía a decirme, según interpreté, que a mí qué coño me importa vender decenas de millones de ejemplares (bueno, a lo mejor no tantos), si yo como de verdad disfruto es leyendo los originales que me envían mis (ejem :-) amigos los escritores, descubriendo algún que otro geniecillo y montándole el libro en mi programita de edición para luego mandarlo a la imprenta, etc. Para qué angustiarme entonces venía a concluir ese chasquido. Y así sigo, sin angustia, sin picores ya, gracias a que he decidido definitivamente seguir haciendo mis ediciones en papel de 5.000 ejemplares tan sólo (bueno, a lo mejor no tantos). Eso sí, para que no se diga que no vamos con los tiempos y esas chorradas, me he apuntado a una plataforma de distribución de libros electrónicos de puta madre. He puesto ahí algunos títulos, e iré poniendo los próximos, a ver si de alguno de ellos, después de todo, perdemos, como viene siendo habitual, la cuenta de lo que hemos vendido y puedo dedicarme de una vez por todas a la literatura...
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