martes, 11 de noviembre de 2008

Lo no acabado


Duración, estabilidad, solidez, tal vez sean los términos que mejor convengan, según creo, al parecer, para intentar definir alguna cosa, algo, en su consistencia. El mar es consistente porque es durable, podemos decir. Sabemos cuándo un alimento es consistente (un buen filete, claro, el punto de una salsa, la leche de cabra). Que una teoría científica es consistente cuando no puede, digo yo, ser refutada por otra, también lo sabemos. Que el equipo ha jugado hoy con una consistencia inusual podemos afirmarlo sin rodeos (a veces); o tal vez a nuestros hijos lo mejor que podemos desearles es que vivan en una estabilidad emocional que les dé (si les da) consistencia. También el hormigón nos ofrece pocas dudas sobre su solidez, sobre su consistencia. Pero cómo podemos determinar si una obra literaria, una obra de arte, es consistente, si su naturaleza es inestable, móvil, y depende de cómo, cuándo, dónde, porqué, etc., se accede a ella. Si en una novela encontramos un argumento sólido, ¿hace eso que la podamos considerar consistente? ¿Pero qué quiere decir eso de "un argumento sólido"? Cuando fijamos un poema en la memoria, y nos acompaña ya y lo predicamos siempre ¿quiere decirse que esa durabilidad de que dispone lo hace a su vez consistente? Versificar toda la redondez del planeta, como quiso un personaje de Borges, merecería, sí, de lograrse, que se calificara tal empresa de consistente, por su densidad al menos. Pero convendríamos sin dificultad en que no está demasiado alejada del disparate supremo. La clave de la consistencia aquí, paradójicamente, está en el alfajor del mismo Borges, en las volátiles cartas de Onetti también, en la escurridiza rana de Basho. Sucede aquí, gloriosamente, un continuo negarse la consistencia empírica. Lo más alado tal vez sea lo consistente, al parecer, lo más insignificante la plomada. Lo abierto, lo indeterminado, es, inesperadamente, lo enérgico inclusivo y concluyente. No lo no acabado, lo acabado interrumpido, como decía Calvino, Ítalo.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Las cosas no materiales tienen la consistencia que nosotros le queramos dar.

Saludos.

Anónimo dijo...

En esas estamos, apreciado amigo, en reflexionar sobre qué es lo que pudiera dar hoy consistencia al discurso literario. Si podemos tener en cuenta o no los valores de uso que aplicamos tradicionalmente cuando afirmamos su consistencia. En literatura, paradójicamente, según yo creo, cobra más peso lo que no lo tiene o tiene poco. No sé, cuando Bernhard pretende contar, en Corrección, a través del narrador, la historia del suicidio de Roithamer contada por Höller, no la describe, se queda justo en el momento en que tal vez debería hacerlo, efectuando una elipsis que, me parece, ya digo, un recurso del que se obtiene mucho más peso que si entrara en los detalles de la situación. Paradójicamente. De todas formas, gracias por tu comentario, no le falta razón, desde luego.