miércoles, 30 de junio de 2010

sábado, 19 de junio de 2010

El asco

He dicidido hacerme enemigo personal de Ernesto Calabuig, el crítico de literatura hispanoamericana de El Cultural. Así, cuando él ensalce un libro, yo lo denostaré, cuando fustige otro libro, correré yo a comprarlo y a leerlo y seguro, seguro vaya, seguro que será un libro espléndido. No por nada, simplemente porque he comprobado que no da una (o da muy pocas, demasiado pocas, las cantadas, que no cuentan...). De modo que su crítica entusiasta al libro de Claudia Piñeiro que ya comenté aquí, me hizo caer en la trampa pensando que estaba a punto de descubrir un tesoro ignorado cuando el libro no podía ser, (según yo creo, claro está) más malo y más tramposo. Tras este fiasco leí algunos meses después otra crítica del ínclito comentarista. Esta vez se trataba de un libro de relatos del escritor hondureño Horacio Castellanos Moya. Era elogiosa de nuevo, así que desestimé rápidamente su lectura. No obstante, en ese comentario hacía alusión a una novelita corta del mismo autor que tachaba de experimento fallido, de texto vanal con un desmesurado y contraproducente resabio bernhardiano. Umm, Bernhard, me dije, veremos si está en lo cierto el oráculo... Y no, no lo estaba.
Resulta que El asco, la novelita en cuestión del hondureño, es en efecto un ejercicio bernhardiano, y así lo manifiesta el propio autor desde el principio, claramente, en la misma portada del libro, por si pudiera alguien albergar alguna duda. Imitar a Bernhard es una empresa bastante arriesgada, no hace falta a estas alturas, me parece, explicar por qué. Bernhard, con sus personalísimos recursos literarios y su feroz y omnipresente crítica a la sociedad y a la naturaleza del ser humano en general, y a su Austria natal en particular, ha creado un mundo propio de difícil homologación. Por eso mismo cualquier intento de seguir esa senda suya remarcada con absoluta nitidez se torna resbaladizo casi por necesidad. Javier Marías, por ejemplo, lo sabe bien. Castellanos Moya, en cambio, lo digo ya, sale airoso, muy airoso del desafío impuesto. Pone con honestidad todas sus armas a la vista y se lanza a despotricar sin freno sobre El Salvador en este caso, su país de residencia durante muchos años. Y no deja tampoco, como el infatigable austriaco, títere con cabeza. La familia, la religión, la política, la educación, la prensa, la música, la comida, la cerveza, los prostíbulos, los restaurantes, los transportes, la arquitectura, el fútbol (¡el fútbol, albricias, esperemos que sea igual de malo en toda la zona!) el clima incluso (pobrecitos los salvadoreños, qué culpa tendrán) son despedazados sin piedad por boca de Edgardo Vega, un profesor universitario emigrado a Canadá hace mucho tiempo y que vuelve al país, contra su voluntad, claro, para asistir al funeral de su madre. El profesor Vega se cita con el único amigo que mantiene en el país y desarrolla ante él, ante el así llamado Moya, mudo a todo lo largo del texto
(tal vez atónito), su obsesivo, inquietante y a veces delirante monólogo. Y al igual que cualquier personaje de Bernhard con su infalible método especular, el profesor Vega nos provoca con su hiperbólico resentimiento la misma risa higiénica que tanto necesitamos.
Eso en lo que se refiere a la melodía de la novela. Pero podemos comprobar también que este laúd bernhardiano de Castellanos Moya está bien afinado pulsando las notas sueltas del asco (del asco, sobre todo, ninguna sensación más hiriente y despectiva, bernhardiana), de la mugre, la degradación, la calamidad, los energúmenos, los criminales, los esperpentos que transitan por sus páginas; o de la espeluznante, aterradora, horrenda, estúpida, imbécil, apestosa, repugnante, terrorífica, atroz, codiciosa realidad del país y sus habitantes que se nos describe en ellas. Puro Bernhard, no me lo negarán.
Yo creo que como con todos los textos del austriaco, podemos leer esta novela como una gran broma cósmica, siniestra, sí, pero broma después de todo. Sólo de ese modo deberíamos verlo tal vez. Pero se da la inquietante ciscunstancia de que Horacio Castellanos Moya provocó un gran escándalo en El Salvador cuando la publicó y que fue por ella realmente amenazado de muerte si volvía. En ese país quizás no se trate eso de una broma, me temo, según dicen. Por eso, por si acaso, todavía no ha vuelto.
En cualquier caso, ciñéndonos a cuestiones estrictamente literarias, y al contrario de lo que opina mi ya declarado antagonista Calabuig, a mí la novela me parece plenamente lograda a pesar de su servidumbre impuesta, un ejercicio de estilo (ah, mi querido Queneau) que ya quisiéramos muchos imitadores de voces superar con tan buena calificación. Calabuig, pues, no lleva razón en este caso, como tampoco la llevaba en el de Piñeiro. Así que, según he covenido, me saltaré olímpicamente su lectura recomendada de El cojo y el loco, de Jaime Bayly, e iré en busca de El don de la vida, de Fernando Vallejo, otro bernhardiano de pro a su modo y de quien echa pestes el tío.


viernes, 4 de junio de 2010

Mercado editorial (la literatura que viene)

A David Roas, terrorista cultural,

por los muchos atentados

y otras deudas


Apreciado Profesor Bermúdez:

En respuesta a su petición, nos congratula poder adelantarle los títulos, así como una breve sinopsis, de las novedades que nuestra editorial prevé lanzar próximamente al mercado.

Agradeciendo de antemano tanto su interés como la especial atención que estoy segura que dispensará a las mismas en sus oportunas críticas como ha venido haciendo siempre a lo largo de estos últimos años, aprovecho la ocasión para enviarle un afectuoso saludo.

Atte.: Maria Ribera

I. Caspa para una camisa AZUL, de Julián Martínez Bertomeu. Novela de cariz histórico-político que revive la heroica resistencia de un pequeño consorcio de peluqueros de señoras durante los últimos coletazos del franquismo.

II. El hombre que subía demasiado, de Severo Ruiz Cifuentes. Manual de autoayuda del prestigioso psiquiatra y especialista en neurofisiología, director de la unidad docente-asistencial de la City University of New York.

III. Actualidad del origami, de Yasutaka Koi Hernández. Extraordinario epítome (de una no menos cuidada edición) que recoge las tendencias más actuales en Occidente del milenario arte japonés. Dedicando especial atención a los más recientes y destacados ejercicios de doblado en nuestro país.

IV. MARXISMO Y ELS PASTORETS, de Justino Mailer. El osado análisis de las relaciones entre el diablo y la barretina en el que, a la luz de las tesis marxistas, Mailer propone identificar el diablo con el capitalismo y la barretina como símbolo del proletariado, lo que abre nuevas e impensadas vías hasta el momento para la interpretación de una de las obras cimeras de la literatura catalana. Recientemente, merecedor del Premio «Terrunyo» que otorga la Generalitat a estudios sobre la cultura catalana no escritos en catalán.

V. Metafísica del borceguí, de María Luisa Fdez. Bohigas. Excepcional compilación en la que la profesora Fdez. Bohigas realiza un exhaustivo seguimiento de los aforismos más utilizados a lo largo del siglo XX en el gremio de zapateros remendones.

VI. SAUDADE: DEL FADO Y DEL TAM-TAM, de Anabela Macías Ndongo. Antología que congrega las plumas más jóvenes y prometedoras de la renovada lírica poscolonial portuguesa.


(Texto incluido en Dislexia(s), de Javier B., el último título que hemos publicado en nuestra, así llamada, colección Los días terrestres, como este blog, en efecto)