martes, 7 de abril de 2009

El imitador de voces


Escribe Bernhard, en El imitador de voces:

"En la biblioteca de la Universidad de Salzburgo, el bibliotecario se ha ahorcado de la gran araña de la gran sala de lectura porque, como escribe en una nota que ha dejado, de pronto, después de veintidós años de servicios, no podía soportar ya ordenar libros y prestar libros que sólo habían sido escritos para causar desgracias, con lo que se refería a todos los libros jamás escritos. Eso me ha recordado al hermano de mi abuelo, que era guarda de monte en Altentann, junto a Henndorf, y se dio un tiro en la cumbre del Zifanken porque no podía soportar más la desgracia humana. También él dejó esa conclusión suya en una nota."

De este extensísimo microrrelato de Bernhard habrá que llamar la atención, para que se entienda su igualmente extensísima ironía, sobre "la gran araña de la gran sala de lectura de la Universidad de Salzburgo", sobre la acotación temporal "de pronto", sobre "el hermano de mi abuelo", cómo no, ese personaje trágico guarda de monte que se pegó un tiro. Pero sobre todo, sobre todo, habrá que reparar en la conclusión final del texto con su adverbio afirmativo al frente, sugiriéndonos, brutalmente, así siempre Bernhard, que no hay que ser muy listo, no, para llegar a ciertos puntos coincidentes.